El día en que la selección de Albania logró el punto que necesitaba para clasificarse por segunda vez en su historia para disputar una Eurocopa, Ylber Ramadani, el mediocampista central de dientes apretados que expresa más que ningún otro jugador el esfuerzo y la fiereza en la lucha por cada pelota, salió del vestuario luciendo una camiseta con la imagen de Adam Jashari. Poco conocido en los medios occidentales, Jashari fue uno de los fundadores del Ejército de Liberación de Kosovo y es tan venerado por albaneses y kosovares como odiado por los serbios, donde era considerado un terrorista. Tras perseguirlo durante varios años, la policía de Serbia atacó su casa en marzo de 1998. Los resultados fueron las muertes de 57 miembros de la familia Jashari, incluido Adam.
Ramadani estaba a punto de cumplir dos años cuando ocurrió aquel episodio, pero creció con el fantasma de la guerra de los Balcanes sobre sus espaldas. Sus padres albanokosovares habían huido del conflicto hacia Alemania y se habían asentado en Starnberg, ciudad situada a 30 kilómetros de Múnich. Allí nació hace 28 años el actual futbolista del Lecce italiano. El exilio, en todo caso, no duró demasiado. El regreso familiar a Kosovo sería el primero de los múltiples viajes por el continente que el destino le tenía preparados al pequeño Ylber.
“Después de la guerra, todo se hizo muy difícil. No teníamos mucho dinero y tuvimos que trabajar muy duramente para sobrevivir”, rememora Ramadani cada vez que se le pregunta por una infancia en la que alternaba los estudios con la tarea de recoger y vender sandías, recurso económico con el que el padre logró mantener a flote a los suyos. El fútbol era entonces su cable a tierra, su momento para dejar atrás las penurias cotidianas. Pero hay circunstancias vitales que dejan muescas imborrables en el alma, y las vividas por Ramadani le grabaron para siempre la marca del sacrificio, al que él supo revestir de inteligencia para acomodarse en el medio de la cancha y convertirse en un 5 de los de antes, de pierna dura y temple de acero.
Desde su primer paso en Kosovo hasta su llegada al conjunto giallorosso del sur italiano, la carrera de Ramadani siguió rutas poco transitadas. A los 15 años jugaba en las categorías menores de Celikut, un pequeño club de la tercera categoría, cuando el retraso en la llegada de varios titulares provocó que el director técnico lo incluyera de inicio en un amistoso de verano ante Ferizaj, el equipo “grande” de la ciudad. Noventa minutos más tarde, el presidente de Ferizaj le ofrecía cambiar de club. Ramadani aceptó de inmediato, pero el traslado no fue tan fácil. Ylber tuvo que convencer, y a veces incluso engañar, a su padre para que le permitiera dejar su trabajo familiar e ir a entrenarse, y no se amilanó.
De Ferizaj saltó a Drita, una entidad más importante dentro del modestísimo fútbol kosovar, y de ahí al Partizán de Tirana, la capital albanesa, cuya participación en las primeras etapas de clasificación de las competiciones europeas permitió que las cualidades de Ramadani fueran vistas en otras latitudes. Vejle, que estaba en la segunda categoría de Dinamarca, pagó 300.000 euros para hacerle cambiar de mar, del Adriático al del Norte. El jugador permaneció cuatro temporadas en tierras nórdicas hasta volver al este, esta vez a MTK Budapest; un año después retornó al frío en el Aberdeen escocés, y por fin, en 2023, accedió a una de las ligas mayores del continente cuando Lecce lo contrató para reemplazar al danés Morten Hjulmand, transferido a Sporting, de Lisboa.
Merced a tanto vagabundeo, Ramadani habla seis idiomas y ha adquirido una capacidad de adaptación fuera de lo común. Giovanni Costantino, entrenador italiano que lo dirigió en Hungría, compara la mentalidad y el estilo de juego del volante albanés con los de Gennaro Gattuso: “Es agresivo y dinámico y persigue a muerte a los rivales. Es excelente para darle equilibrio al mediocampo y recuperar la pelota”, resume el DT.
La hinchada de Lecce, que por supuesto hace un año no sabía quién era Ramadani, frunció el ceño cuando conoció las características del posible sustituto de Hjulmand. Ídolo del club, el danés es un futbolista de técnica depurada para salir jugando e incluso sumar asistencias de gol. El volante albanés parecía su contracara. Y sin embargo, no demoró demasiado en ganarse el corazón de la gente.
Por supuesto, el camino fue la fuerza para ganar los balones divididos y la entrega para correr a adversarios, tapar los huecos y socorrer a los compañeros en apuros, pero sorprendentemente Ramadani mostró que también sabe jugar. Las estadísticas de su primera temporada en Lecce indican 80% de precisión en los pases cortos y 45,7% en los largos, 16 oportunidades de gol creadas a partir de intervenciones suyas e incluso un gol desde fuera del área, que resultó en una victoria sobre la hora contra Frosinone. “Siempre se preocupó por crecer. En MTK se quedaba después de los entrenamientos para trabajar la técnica individual y los cambios de frente”, recuerda Costantino.
El gol de Ramadani en Lecce
Albania es, quizá, la más modesta de las 24 selecciones que jugarán la Eurocopa, y está inmersa en un grupo de altísimo nivel. Italia, Croacia y España pondrán a prueba la capacidad de supervivencia de un equipo que, como su propio país, ha sabido reconstruirse a partir de las penurias cotidianas. “Hoy estoy viviendo los mejores momentos de mi carrera y los tomo como la compensación a los sufrimientos del pasado. Yo creo que si se quiere lograr algo, hay que sacrificar todo. Lo haremos en la Eurocopa, y estoy convencido de que podemos conseguir algo histórico”, dice Ylber Ramadani, el portador de la bandera con la que Albania intentará llevar sus sueños lo más lejos que pueda a partir de este sábado.