Es una leyenda y ningún registro va a cambiar ya esa consideración. Pero son las marcas las que ayudan a recordar qué tan grande puede ser un deportista. No hacía falta que LeBron James llegara a los 40.000 puntos para apuntalar su condición como uno de los mejores basquetbolistas de todos los tiempos. En todo caso, el número redondo, perfecto, es una buena excusa para volver a describir lo inigualable de su condición. Para entender la supremacía que impuso en su época.
El jugador de Los Angeles Lakers alcanzó la marca en la caída contra Denver Nuggets por 124-114. Hizo 26 puntos y alcanzó un total de 40.017. El resultado, la derrota, es lo de menos. Lo más admirable es que todavía tiene reservas a los 39 años. Que puede cargarse el equipo sobre su espalda y llevarlo a competir de igual a igual con el vigente campeón de la NBA.
En el final de su carrera, cuando ya lo consiguió todo, el rey siente que aún tiene cosas por dar. ¿Qué es lo que motiva a los grandes a buscar la excelencia incluso cuando nada de lo que hagan será superior a lo que ya consiguieron? La respuesta es la misma pasión y obstinación que en primer lugar los ubicó allí arriba.
Lo que queda de la vida basquetbolística de LeBron James está destinado a pulir detalles, a darse gustos. A decorar de la mejor manera posible una trayectoria que ya de por sí parece perfecta.
Es muy especial el momento en el que se encuentra el Rey. Por un lado, en esta misma temporada, se consagró campeón del primer In Season Tournament (la Copa de la NBA), y obtuvo el premio MVP del certamen. Por supuesto que es un título menor. Pero es suyo. El primero de todos los tiempos, y tiene su nombre inscripto para la posteridad. Por otro, su equipo demostró una marcada irregularidad después de aquella conquista. Su búsqueda, ahora, es recuperar el nivel para darse una posibilidad más para buscar un anillo. Aunque eso parece poco probable hoy.
En simultáneo, ya dijo públicamente que espera poder jugar el año próximo en la NBA con su hijo, LeBron Raymone James Jr, o Bronny, como todos lo conocen. El jovencito, de 19 años, sufrió un problema cardíaco que limitó sus posibilidades e incluso hizo que los especialistas lo quitaran de la lista de pronósticos del Draft 2024 y lo postergaron para el de 2025. Sería un golpe para la familia.
LeBron aseguró que firmaría contrato con cualquier equipo que eligiera en el Draft a su hijo. Pero, ¿si nadie lo selecciona?, ¿podría retirarse? Lo cierto es que la tentación de elegir a Bronny, aunque no esté listo para la NBA, con tal de garantizar la presencia de James, es un ejercicio de razonamiento que resultará tentador para muchas franquicias. Fundamentalmente porque el nivel del jugador de Ohio está muy por encima de alguien que está muy cerca de los 40. Sus prestaciones, su personalidad y su ascendencia sobre el juego, siguen siendo las de un jugador que puede sostener a un equipo con intenciones de pelear por un título. Hizo un culto de la preparación física. Se vio agraciado por la ausencia de lesiones graves. Prolongó su “prime” durante dos décadas. Quebró todo los límites imaginados.
Nadie a su edad jugó tantos minutos de promedio por partido (35) en este nivel. Ni anotó tanto (25,3). Pero además tiene medias de rebotes (7,1) y asistencias (7,9) que ni siquiera son alcanzadas por más que dos o tres superestrellas del momento y en plenitud física en sus carreras, como Nikola Jokic, Luka Doncic o Joel Embiid.
¿Eso es todo? No. Tras el pobre cuarto puesto que la selección de los Estados Unidos ocupó en el Mundial de Japón, Indonesia y Filipinas el año último, prometió que participaría en los Juegos Olímpicos de París 2024 para volver a llevar a su nación a lo más alto. Ya ganó la medalla de oro en Beijing 2008 y en Londres 2012. Pero quiere sumar una más. Y tras su declaración se plegaron los mejores. Ya garantizaron su participación Kevin Durant, Stephen Curry, Jason Tatum, Devin Booker y Jrue Holiday. Contará, además, con la nacionalización del camerunés Joel Embiid. El equipo lo dirigirá Steve Kerr y se espera que también se sumen Anthony Davis y Bam Adebayo. Otro Dream Team.
Hay que mirar la lista de los jugadores que ya habían quedado detrás entre los máximos goleadores de todos los tiempos: Kareem Abdul-Jabbar (38.387 puntos), Karl Malone (36.928), Kobe Bryant (33.643) y Michael Jordan (32.292).
Lo que sigue es despegarse de ellos un poco más. Porque no importa si son 40.017, 40.018, 40.019… La grandeza no se mide por esos números. Y lo que queda es algo que no tiene palabras exactas para describirlo. Pero que incluyen la emoción, el deseo por competir, la adrenalina de ganar. Y los instantes que en esa experiencia quedarán atesorados: jugar con su hijo, vestirse con los colores de su país una vez más, soñar con ganar otro anillo…
Es todo un registro: 40.000. Pero son solamente los puntos. El valor real de LeBron James no puede ser contenido por cifras. Va mucho más allá. En su sustancia hay componentes únicos, incomparables. Por eso sus acciones están destinadas a perpetuarse y las batallas deportivas que libró en cada cancha serán legendarias.