- 7 minutos de lectura‘
Earl Silas Tupper nació en 1907, en Berlín, un pequeño condado en el estado de New Hampshire. Fue el primer hijo, único varón, del granjero Ernest Leslie Tupper y la ama de casa Lulu Elizabeth Clark. La familia se completaría luego con tres mujeres.
Fue un emprendedor precoz: a los 21 años montó un estudio de paisajismo llamado Tupper Tree Doctors… que fracasó estrepitosamente. Entonces pegó un giro de 180 grados: se graduó como ingeniero químico y consiguió trabajo en calidad de “planta permanente” en la compañía Dupont que experimentaba con plásticos. La industria estaba en etapa germinal, desarrollando nuevos materiales para fabricar productos más resistentes y duraderos. Earl pronto comprendió que el plástico era un material versátil que podía cambiar la vida diaria de las personas.
Estados Unidos seguía sumergida en la Gran Depresión. Sin embargo, Tupper -que ya se había casado con Marie Withcomb, la madre de sus cinco hijos, una mujer y cuatro varones- pegó un salto al vacío: dejó su trabajo estable y comenzó a experimentar por cuenta propia. Empezó con desecho de polietileno, un residuo de la refinación del petróleo, negro y duro, casi imposible de trabajar. Pero, con su alquimia, logró convertirlo en un plástico moldeable, flexible y sin ninguna propiedad tóxica.
Creó un material que llamó “polietileno moldeable”. Acto seguido, se propuso producir recipientes herméticos que le permitiesen mantener los alimentos frescos durante más tiempo. No había nada así en el mercado. Se inspiró en las latas de pintura y sus tapas metálicas que, con un mínimo de presión y flexibilidad, lograban un sellado perfecto. Durante el desarrollo resolvió que, para sus contendores plásticos, debía invertir el diseño de las tapas de las latas de pintura. Literalmente, darlas vuelta. Así creó un sistema de cierre hermético con una tapa flexible que se podía presionar para sellar los recipientes.
Earl bautizó a su primer contenedor de plástico hermético con el nombre “Wonderlier Bowl”. Fue una de las primeras innovaciones en almacenamiento de alimentos, una alternativa a los frágiles frascos de vidrio que se utilizaban comúnmente en la época.
Finalmente, en 1938, con 31 años de edad, fundó su empresa: Tupper Plastics Company. El diseño del sello hermético de Earl Tupper fue revolucionario. Pero el mercado no parecía preparado para recibirlo: cuando comenzó a vender sus recipientes en tiendas minoristas, el éxito fue limitado. El plástico no gozaba de buena reputación…
Brownie Wise y las “fiestas Tupperware”
Los envases pronto adoptaron el nombre Tupperware, un acrónimo formado con el apellido de su creador y la palabra “ware”, que en inglés significa “utensilios” o “productos”.
En este momento entra en escena una de las figuras más importantes en la historia de Tupperware: Brownie Wise, una mujer separada, vendedora de ropa, que criaba a su hijo sola. Para ganar dinero extra, después de la II Guerra Mundial, empezó a vender productos de hogar de la firma Stanley Home Products en fiestas caseras.
Llegó a ser una de las mejores vendedoras de la marca, pero el fundador de Stanley le dijo que no podía ofrecerle un cargo de dirección por ser mujer. Ese fue el empujón que necesitaba para buscar nuevos horizontes. Así llegó a Tupperware.
En 1951 propuso un enfoque completamente nuevo para comercializar los productos de la compañía: adoptó el sistema de las fiestas en casa que usaba en Stanley y lo perfeccionó, llevándolo a otro nivel. De pronto, las “fiestas Tupperware” se hicieron famosas en los Estados Unidos. Este modelo de ventas directas, en el que las anfitrionas organizaban reuniones en sus casas para vender los productos, fue la clave para el éxito de la marca.
Las fiestas Tupperware no solo ofrecían una manera entretenida y social de vender los productos, sino que también demostraban cómo funcionaban los recipientes. Los potenciales compradores podían testearlos cuanto quisieran y necesitaran. De esta manera, Brownie Wise no solo trajo una nueva estrategia de ventas, sino que también vio una oportunidad para empoderar a las mujeres al fomentar lo que en inglés se llama “social-selling”.
El éxito de este modelo fue tan grande que, para mediados de la década del ‘50, se estima que había más de 20.000 vendedoras de Tupperware en todo el país. Las ventas alcanzaron los 25 millones de dólares en 1954, el equivalente a 230 millones en la actualidad.
Una de las grandes razones es que, con los “tuppers”, las familias podrían almacenar comidas que, no mucho antes, desperdiciaban. En una época en la que la eficiencia y la moderación eran valores clave, especialmente en el contexto de un auge económico que, aunque próspero, aún estaba marcado por los recuerdos de la Gran Depresión y las privaciones de la Segunda Guerra Mundial, esta innovativa manera de guardar alimentos tuvo un éxito enorme.
Para finales de la década de 1950, Tupperware comenzó su expansión internacional y se convirtió en un nombre conocido en todos los continentes.
El liderazgo de Brownie Wise era fundamental para el éxito de la marca. Por mérito propio y por el bajo perfil que cultivaba Earl Tupper, se convirtió en la cara pública de la compañía. Apareció en revistas femeninas y revolucionó al mundo empresarial cuando apareció en la tapa de Business Week.
Pronto comenzaron a aparecer y a profundizarse las diferencias entre Tupper y Wise. Él era un hombre reservado y analítico, mientras que ella era extrovertida, carismática y estaba constantemente en el centro de atención. Los historiadores de la marca coinciden en que Tupper sintió que estaba perdiendo el control de la compañía que había creado…
En 1958, las tensiones llegaron a un punto de quiebre y Tupper tomó la decisión de despedir a Brownie Wise. Su salida fue abrupta y generó polémica.
Tras el despido de Wise, Tupperware atravesó un período de transición. Poco después, en 1958, Earl Tupper vendió la compañía a Rexall Drug Company por 16 millones de dólares (unos 174 millones al día de hoy). La venta marcó el fin de una era para Tupperware, pero la compañía continuó expandiéndose bajo la nueva dirección y se consolidó como una marca global en las décadas siguientes.
A sus 51 años, Earl Silas Tupper decidió jubilarse. Y armó un plan de retiro perfecto: compró una isla en Costa Rica donde fundó su nuevo hogar y renunció a su ciudadanía estadounidense para pagar menos impuestos. Poco antes se había separado de su mujer. Murió solo frente al mar Caribe, como ciudadano “tico”, en 1983, a los 76 años. La causa de su muerte fue un ataque cardíaco.
Su empresa, la que creó durante la Gran Depresión, lo sobrevivió. Sin embargo, el martes 17 de septiembre último, BBC News dio la noticia que Earl Tupper nunca hubiese querido leer: “Tupperware, en bancarrota: cómo se derrumbó la marca que era sinónimo de recipientes de comida”.
El texto, en sus primeros párrafos, explicaba: “La empresa estadounidense Tupperware, fabricante de los icónicos recipientes de plástico para conservar frescos los alimentos, se declaró en quiebra mientras la marca lucha por sobrevivir. La compañía dijo que solicitará permiso judicial para iniciar la venta del negocio sin dejar de operar.
La compañía de 78 años se convirtió en sinónimo de almacenamiento de alimentos hasta el punto de que mucha gente utiliza su nombre para referirse a cualquier recipiente de plástico. En el último tiempo intentó sin éxito reposicionarse en el mercado y renovar sus productos para un público más joven”