Creativo y muy talentoso, Edo Costantini mamó la pasión por el arte desde muy chico, con la influencia de su madre, la actriz y directora María Teresa Correa Ávila, y su padre, el magnate inmobiliario, coleccionista y fundador de Malba, Eduardo Costantini. Más allá de sus raíces, de las que siempre se muestra agradecido públicamente, Edo supo hacer su propio camino como entrepreneur innovador, compositor, fotógrafo y cineasta de una exquisita sensibilidad, desplegando su obra en exposiciones por el mundo (el año pasado, por ejemplo, sus fotografías se exhibieron en la galería Mario Cohen de San Pablo).
Instalado hace una década en las afueras de Nueva York, donde con su mujer, la artista plástica Delfina Braun, forman una dupla creativa superpoderosa, acaban de hacer pública su última colaboración: en el marco de la Semana del Arte de esa ciudad, la galería Praxis organizó un evento exclusivo en el que Delfina presentó “Opium Whispers”, una muestra que revela su fascinación por el poder curativo de las plantas, flores y hongos a través de una serie de dibujos en blanco y negro. La exhibición incluye una instalación central con sus primeras esculturas (flores de bronce a escala real de un campo de opio), y Edo estuvo a cargo del diseño de la ambientación musical inspirada en las frecuencias naturales de las flores.
Con curaduría de Manuela Hansen, esta muestra interdisciplinaria –estará abierta al público hasta el 9 de noviembre– también cuenta con la colaboración de la arquitecta Delfina Muniz Barreto (hija de Soledad Costantini y sobrina de Edo) y sus esculturas tridimensionales. Como era de esperar, varios miembros de la gran familia Costantini, amigos y coleccionistas volaron especialmente para acompañar al trío arty en un día tan especial.
LA NACION