Suele escucharse en el deporte, como frase hecha: “Dejamos la vida por el equipo”. Nadie puede pensar que es cierto. Son ejercicios de motivación, pero hay una distancia gigante entre decirlo y hacerlo. Pues este grupo de amigos del seleccionado argentino parece haberlo puesto en práctica. Primero fue por devoción al ídolo. Por Messi, para verlo campeón. Luego por la gloria de alcanzar lo máximo, un Mundial. Ahora, por pura inercia. Por la búsqueda de esa adrenalina a las que pocos acceden y que los motoriza incluso cuando ya lograron todo.
Traspasaron límites. Llegaron a una dimensión en la que ya no se trata de jugar bien (que lo hicieron) o mal (también tuvieron esos momentos), ganar un partido o un título más. Se gestó un espíritu inquebrantable. Un temperamento que identifica a los hinchas con la selección como no ocurrió nunca antes. Y si alguien cree que tanto amor y pasión no es suficiente, los éxitos lo atropellarán con una fuerza irresistible.
Tras revisar cada detalle de cada época, las pruebas serán irreductibles: el fútbol argentino está ante la mejor selección de todos los tiempos. Se ganó la exclusividad sin demérito de otras buenas camadas. Exitosas y no tanto, pero que también tuvieron una jerarquía admirable. Las razones de la sentencia:
Repasar otros pretendientes del mérito como la mejor selección ayudará, también, a realzar a esta camada.
La leyenda del 86: el mejor Diego Maradona fue tan superlativo que le dio a nuestro país, por única vez, dos finales mundialistas consecutivas (86 y 90). El decaimiento en el segundo torneo, en Italia, y la incapacidad para repetir el brillante juego de México más allá de esos siete encuentros, debilita su candidatura. Pero el repaso de nombres ayuda a entender su perfil alto: Oscar Ruggeri, Jorge Burruchaga, Jorge Valdano, Ricardo Giusti, Sergio Batista, José Luis Brown…
Los primeros campeones: la selección de Menotti jugaba muy bien (mejor antes del Mundial que durante la Copa del 78). El contexto de la dictadura y las sospechas la estigmatizaron y la relegaron tal vez más de lo que esos futbolistas merecían. Tampoco lograron más que ese título. Pero sus futbolistas son legendarios: Ubaldo Fillol, Daniel Passarella, Mario Kempes, Leopoldo Jacinto Luque o René Houseman.
La abundancia de Stábile: la Argentina se permitió autoasignarse el título de “campeón moral”, como el mejor equipo del planeta en los 40. No es para menos… No se disputaron Mundiales, por la Segunda Guerra Mundial, pero la selección tenía talento a granel. Tanto que se permitió armar cuatro equipos muy distintos en los cuatro Sudamericanos (hoy Copa América) que ganó de manera invicta. Sólo se repasan algunos nombres por cada conquista. José Manuel Charro Moreno, Adolfo Pedernera y Antonio Cuila Sastre en el 41; Mario Boyé, Noberto Tucho Méndez, Rinaldo Martino y Felix Loustau en el 45; Vicente De la Mata, Rinaldo Martino y Ángel Labruna en el 46, y Néstor Pipo Rossi, Alfredo Di Stéfano y René Pontoni en el 47. Párrafo aparte para Sátabile, que también dirigió a los campeones del 55 y 57 para ser el DT con más trofeos (6). Los que lo siguen sólo lograron dos… Jamás pudo medirse con las naciones europeas.
Con la firma del Coco Basile: la mayoría suele pensar en las dos Copa América (superlativo nivel en 1991, y milagrosa conquista en 1993), pero también la distinguen un invicto de 33 partidos y los títulos en la Copa Rey Fahad 92 (más tarde Copa de las Confederaciones) y la Artemio Franchi 93. El doping de Maradona la derrumbó en el que parecía que iba a ser su Mundial perfecto, en 1994. Contó con varias figuras que marcaron época: además de Ruggeri, estaban Sergio Goycochea, Fernando Redondo, Diego Simeone, Claudio Caniggia y Gabriel Batistuta.
Los Carasucias del 57: quiénes presenciaron el torneo en Lima contaron en las crónicas de la época que el continente nunca había visto una demostración de elegancia, desfachatez y contundencia como la de esos jovencitos. Oreste Omar Corbatta (21 años), Humberto Maschio (24), Antonio Valentin Angelillo (20), Enrique Sívori (22) y Osvaldo Cruz (el “veterano”, con 26) era la delantera. José Francisco Sanfilippo (22) no tenía lugar, era suplente. Hicieron 25 goles en seis partidos, con un promedio de ¡4,16 goles por encuentro!
Se la mezcla con el fracaso de Suecia en 1958, pero allí no acudieron las tres figuras que se llevó Italia (Angelillo, Maschio y Sívori).
Los subcampeones I: la Argentina jugó las finales de los Juegos Olímpicos de Amsterdam 1928 y del Mundial de 1930. Pero sólo cuatro jugadores coincidieron en ambos equipos. Fernando Paternoster, Juan Evaristo, Luis Monti y Manuel Ferreira. En ambos equipos hubo leyendas de nuestra historia: estaban Domingo Tarasconi, Roberto Cherro y Raimundo Orsi, en el primero, y Francisco Varallo, Carlos Peucelle y Guillermo Stábile, en el segundo.
Los subcampeones II: con los éxitos actuales, donde sobrevive parte de esta camada, se valoran mucho más las derrotas en las finales continentales de 2015 y 2016 y en el Mundial 2014, con Alemania. Una generación maravillosa que tuvo a Javier Mascherano, Gonzalo Higuaín, Carlos Tevez y Sergio Agüero, entre varias estrellas del fútbol mundial.
Este ciclo estableció un dominio y una bonanza que nuestro país nunca había prolongado por tanto tiempo, sin discusión y en todos los ámbitos posibles. Son invencibles.