miércoles, 23 abril, 2025
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Hochman: una mirada moderna a un caso clínico clásico

Qué impulsa a que una persona interrumpa su sueño para caminar, hablar, hacer cosas dormida –desde elementales a terribles- y que al despertar no recuerde nada, es el enigma que Nicolás Hochman ilumina en “La parte del sonambulismo” (Fondo de Cultura) sumando su experiencia personal, literatura y ciencia, ficción y no ficción de modo inesperado. Hochman es novelista, doctor en ciencias sociales, y gestor cultural, dialogamos con él.

Nicolás Hochman: Es solo un diario que fui escribiendo durante muchos años, donde hay de todo un poco. Un día decidí transformarlo en algo más, y se bifurcó. Así surgió un diario tradicional, y un diario de mi sonambulismo.

N.H.: Es difícil no hacer ambas cosas. En cualquier tipo de texto están presentes tanto la ficción como la no ficción. Un historiador, un sociólogo, un antropólogo al escribir se le suele filtrar algo narrativo. Del mismo modo, no creo que se pueda escribir ficción sin poner la propia realidad, la experiencia, la subjetividad, en el medio. Crecí leyendo a Philip Roth y a Gombrowicz, en los que el límite entre ficción y autobiografía, no ficción y cuento, se difuminan. Mi libro responde a esas experiencias de lecturas y de formación.

P.: ¿Ha vuelto a la literatura el sonambulismo de las novelas del siglo XIX?

N.H.: Está desde siempre. Contar el acto sonámbulo o usar el sonambulismo como metáfora está presente en la historia de la literatura. En mucha de la actual literatura latinoamericana aparece como fantasma.

P.: ¿Los zombis tienen que ver con eso?

N.H.: El zombi está a mitad de camino entre estar vivo y estar muerto, como el sonámbulo está a mitad de camino entre estar despierto y estar dormido. Nunca vi que los sonámbulos caminen con los brazos alzados hacia adelante, pero en las historietas sonámbulos y zombis caminan así.

P.: Para contar casos de sonambulismo, ¿tomó como modelo a quienes, de Freud a Oliver Sacks, usaron la literatura para contar casos clínicos?

N.H.: Trabajé mucho en eso. El psicoanálisis, la neurología, el periodismo, la literatura tienen mucho para decir. Lo que no hay es una verdad. No hay verdad ni mentira sobre el sonambulismo. Hay cosas que ocurren, que son más verosímiles unas que otras. Y está sobre todo está el otro, el que mira al sonámbulo tratando de discernir que le está pasando, que tanto se está haciendo el sonámbulo y que tanto es sonámbulo en serio.

P.: ¿El sonambulismo es cosa de hombres?

N.H.: Para mí eso fue un hallazgo. Es claro que no es así. Pero me resulta inquietante que la mayoría de las personas que conozco, que son sonámbulas, son hombres. Lo mismo se ve en la literatura, y en la clínica. ¿Será que los hombres hablamos más de sonambulismo que las mujeres? ¿Es lo mismo un hombre sonámbulo que una mujer sonámbula? Son temas dignos de una tesis.

P.: Cuenta situaciones estremecedoras que muestran cómo el sonámbulo entra en un espacio real y no real…

N.H.: Hay un estar entre, una especie de “in between”, estar en medio, que dificulta entender qué pasa. Uno no está despierto y no está dormido, está despierto y está dormido. ¿Qué significa eso? En mi caso le sumo una capa de complejidad, mí sonambulismo no es solo tradicional, sino que muchas veces está acompañado de alucinaciones nocturnas. Es muy extraña esa situación, sobre todo cuando despierto y descubro eso en que estuve, y es reconocerme en otro que me es imposible de reconocer. Ese no soy yo. Entramos a la historia de Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

P.: ¿Hay casos como el del personaje de Stevenson?

N.H.: En la literatura el sonámbulo aparece como alguien capaz de hacer cualquier cosa. En la investigación que fui haciendo hallé un montón de esos casos, donde hasta no está ausente el crimen. Algunos son verosímiles, otros sirven a un intento de justificar actos barbáricos. Hay casos que asustan y remiten a las ficciones de lo extraño y el terror.

P.: En la lista de síntomas que caracterizan al sonambulismo, quién no ha experimentado algunos. ¿Eso saca al sonámbulo de su singularidad?

N.H.: Me divierte lo dispares que son los estudios. Están los que sostienen que el porcentaje de la población que en algún momento de su vida vivió el sonambulismo es del 7 por ciento, mientras otros consideran que llega al 80 por ciento. En la presentación de “La parte del sonambulismo”, el científico Diego Golombeck dijo: luego de leer esa lista de síntomas todos tenemos dos o tres, y en tu caso, Nicolás, tenés diez. Dormir dormimos todos, lo que importa es que tanto y de qué manera.

P.: ¿Por qué al final de su libro se pregunta qué le pasaría si desaparece el sonambulismo de su vida, si lo extrañaría, y eso lo une al recuerdo de su madre?

N.H.: La enfermedad y muerte de mi madre se dio muy en paralelo con la escritura del libro. Encontré en ese hecho un modo de darle un cierre a un libro que de otra manera lo podría estar escribiendo toda la vida. No es que dejé de estar sonámbulo porque escribí el libro. Estuve sonámbulo la noche anterior a la presentación. Nunca desde que murió mi madre había soñado con ella, y esa noche la soñé, y fue un sueño muy lindo, muy feliz. No es lo mío creer en místicas espirituales sino en el poder y los recovecos del inconsciente, que acaso me estaban mostrando el fin de un ciclo, el cierre de algo que necesitaba ser cerrado.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?

N.H.: Una novela que empecé hace unos años, me entusiasma. Sé llama “Concursos literarios”. Es pura ficción, pero me sirvo de mi experiencia organizándolos, de cuando fui jurado, asesor, de los concursos que gané, y sobre todo los que no gané. Me divierte ese submundo y su parafernalia.

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