Redactado por Fredy Lizarrague y aprobado por la dirección nacional del PTS
En este documento queremos desarrollar algunos criterios generales para la orientación política a definir en el XX Congreso del PTS/FITU centrados en la relación entre nuestra organización, los sectores más combativos y organizadxs de la clase trabajadora, la juventud y movimientos de lucha (vanguardia) y las bases más amplias (masas). Hacia el XX Congreso, hemos publicado internamente el Balance de Actividades y presentaremos proyectos de resoluciones para abarcar todos los aspectos de la orientación política, dando valores concretos a nuestra lucha por el internacionalismo (en conjunto con las organizaciones de la FT-CI), la intervención en la lucha de clases, la agitación, la propaganda, la organización (desde la captación hasta las agrupaciones), la intervención electoral y las políticas específicas de los grandes sectores donde interviene nuestro partido (docentes, estatales, industria, servicios, universidad, secundarios, terciarios, cultura, asambleas). A su vez, nos proponemos reformular el trabajo en redes, los planes de LID+ como medio multiplataformas y, en particular, la gran campaña financiera que necesitamos hacer para sostener ese proyecto.
Se pueden multiplicar los sectores combativos y antiburocráticos (vanguardia)
En el Documento Nacional planteamos los cambios que estamos viviendo en los últimos meses motorizados por las crisis y contradicciones del gobierno y las tendencias a la movilización que se expresan desde abajo, con un salto en la resistencia violenta a la durísima represión estatal que se vio el 12M en la movilización de sectores de hinchadas y trabajadores en defensa de lxs jubiladxs. Estos hechos traen a la memoria las movilizaciones de diciembre del 2017 que marcaron el comienzo del fin del gobierno de Macri, aunque el peronismo logró imponer el desvío hacia la salida electoral del 2019 y la posterior desastrosa gestión de Alberto, Cristina y Massa. La novedad es que durante el año pasado tendieron a emerger múltiples sectores combativos que mostraban en potencia los actores de nuestra hipótesis estratégica de la huelga general política como la vía a la que apostamos si se sigue desarrollando y multiplicando la resistencia, como salto cualitativo que puede marcar la apertura de una situación pre-revolucionaria (o directamente revolucionaria) con intervención del movimiento obrero. Lo que llamamos un “Cordobazo del siglo XXI”. Esos actores fueron: las asambleas barriales que agrupaban a docentes, estatales, estudiantes, jubiladxs, trabajadorxs precarizadxs y cuentapropistas, aunque luego de la aprobación de la Ley Bases frenaron su dinámica y ahora se están reactivando; diversas luchas de sectores del movimiento obrero, que están ampliamente documentadas en el trabajo que publicamos a fines del año pasado, incluyendo tendencias antiburocráticas; las agrupaciones de jubiladxs que se movilizan todos los miércoles al Congreso y encabezaron el repudio al veto a la movilidad jubilatoria; el movimiento estudiantil, que tuvo su momento más importante en las 100 tomas de facultades en octubre/noviembre, aunque no pudo superar la desmovilización impulsada por los rectores, el Frente Sindical y la FUA, pero sí destacó nuevas generaciones que recién ahora están volviendo a clases; el movimiento de mujeres que protagonizó dos masivas jornadas de movilizaciones el 8M (2024 y 2025) y el de la diversidad sexual, que ganó las calles en forma sorpresiva el 1F, convocando a decenas de miles en su defensa, frente a los dichos de Milei en Davos (que de hecho le puso un freno). Muchos de estos movimientos tienen momentos de auge y reflujo, discontinuidad, pero son experiencias que se acumulan y pueden dar saltos, ya que representan miles de personas que van adquirieron gimnasia combativa y de organización.
El 12M fue notorio no sólo por la disposición a enfrentar la represión sino por el odio a la inacción de la burocracia sindical de la CGT que se multiplicó por diversas vías, comentarios, cánticos, insultos. Por eso Daer tuvo que salir al día siguiente a decir que convocarían a un paro nacional para abril. La bronca contra la burocracia tuvo una expresión de acción por la vía inesperada de grupos de los clubes de fútbol en defensa de lxs jubiladxs y esto impactó en millones, repudiando la represión y viendo que nuevos sectores “se le animan” en serio al gobierno y sus perros guardianes. Veremos qué ocurre el miércoles 19 y en las posteriores movilizaciones de jubiladxs. El lunes 24 de marzo seguramente será masivo (partiremos desde Congreso con el Encuentro Memoria Verdad y Justicia a las 15 hs. hacia Plaza de Mayo).
Se agranda la posibilidad de que se generalice la emergencia de sectores combativos independientes de las burocracias en los lugares de trabajo y en el movimiento estudiantil. Para la militancia del PTS, se trata de alentar audazmente el agrupamiento de estos sectores en las formas más adecuadas a cada sector: desde comisiones de lucha o de movilización en sindicatos, internas y lugares de trabajo, hasta las agrupaciones que impulsamos; pasando por los grupos de autoconvocadxs o comisiones de distinto tipo en el movimiento estudiantil, las asambleas barriales que comenzaron a reactivarse, movimientos culturales de lucha, agrupamientos como la Posta de Salud, etc., etc. Ya existen muchos de estos en varios lugares, se trata de darles impulso, organizarlos, alentarlos a la acción.
Relación partido-vanguardia-masas en función de nuestra hipótesis estratégica
En el documento citado también desarrollamos la hipótesis estratégica de la huelga general política a la que apostamos. Esta vía es superior a la variante más “revueltista” tipo 2001 o desarrollo de situaciones como la de Chile en 2019, donde la huelga general (parcial) llegó recién en el momento culminante y abrió el desvío del proceso de lucha, al no existir organizaciones de coordinación alternativas y con peso de masas capaces de enfrentar la llamada “cocina” (negociación dentro del régimen para desviar el proceso) que convocó a la Constituyente amañada y preservó al odiado gobierno de Piñera. En términos de la lucha de clases, la variante puramente revueltista es mucho más fácil de contener, desviar y/o derrotar, porque tiende a diluir el peso de la clase trabajadora, única que tiene el potencial de poner en cuestión el dominio capitalista desde los lugares de producción y circulación, así como el protagonismo del movimiento estudiantil. La irrupción de sectores no organizados de la clase trabajadora y el pueblo pobre, con su tradicional combatividad frente a la represión del estado, es indispensable. Pero para desarrollarse hasta el final necesita estar articulada al protagonismo de sectores decisivos de la clase trabajadora. Una huelga general política con centralidad de la clase trabajadora y acompañada por la movilización del conjunto de las masas explotadas y oprimidas plantearía la caída del gobierno y la aceleración de tendencias revolucionarias y contrarrevolucionarias, que nos pondrían a prueba como partido, para conquistar influencia de masas y luchar por un gobierno de los trabajadores.
Nuestro objetivo de construir un partido de la clase trabajadora, socialista, internacionalista es concreto en relación a la estructuración que requiere: queremos conquistar peso decisivo en lugares de trabajo (y en sus respectivas comisiones internas y sindicatos), lugares de estudio (y sus centros de estudiantes) o en las instituciones que surjan como nuevas formas de organización del pueblo trabajador precarizado o de los sectores oprimidos (mujeres, personas LGTBIQ+), superando en influencia a las demás corrientes políticas (en particular el peronismo) y a la burocracia sindical. Esto va de la mano de impulsar instancias de coordinación (la idea de “comités de acción” uniendo a sindicatos combativos, comisiones internas, centros de estudiantes, de jubilados, asambleas barriales, movimientos culturales, etc) en la perspectiva de poner en pie coordinadoras (consejos obreros) que permitan una lucha política más abierta y eficaz contra las burocracias, con tácticas de frente único (golpear juntos, marchar separados), para superarlas.
Pensamos así una relación de “engranajes” entre un partido revolucionario (que agrupa a los militantes más conscientes y combativos de la clase trabajadora, la juventud y la intelectualidad y que a su vez es internacionalista), la vanguardia (que se nuclea en organizaciones obreras, del movimiento estudiantil, feministas, etc., apostando a reunir a las tendencias que impulsan las luchas y defender el debate abierto en su interior) y las masas (influidas por esas organizaciones de la vanguardia y sus dirigentes, lo que incluye al partido que defiende el programa y las tácticas que considera justas para vencer y combate a las tendencias conciliadoras). La vanguardia se agrupa y foguea en la lucha de clases. Las masas rompen con sus viejas concepciones y pueden girar a izquierda como consecuencia de la experiencia de esas mismas luchas, influidas por las organizaciones de vanguardia y el partido revolucionario. El PTS es una fuerza política que está decididamente “en carrera” para asumir ese desafío y conquistar influencia en las masas, “moverlas” a través de los engranajes de la vanguardia que se vayan forjando al calor de la lucha de clases. Estas son las enseñanzas de los grandes revolucionarios de la historia de la clase obrera, como V. I. Lenin, que supo dirigir con el Partido Bolchevique la Revolución Rusa, luego degenerada por el estalinismo.
En esta perspectiva, toda influencia “por arriba”, electoral/parlamentaria, no puede tener como correlato “por abajo” sólo una organización de gente dispersa, ya sea territorial (ese es el límite que tienen, por ejemplo, las asambleas barriales, las casas culturales o, más partidariamente, las asambleas abiertas del PTS) o solo influencia vía redes (comunidades de Whatsapp, IG, etc.). Sin organizar fracciones en los lugares de trabajo y estudio que tengan capacidad de movilización e intervención con el activismo e influencia política y social en la base, estaríamos construyendo un partido con impronta electoralista, aun si esto implicara más militancia y fuerza “en las calles”. Lo estratégico es poder disputar la dirección de sectores del movimiento obrero (sindicalizado y no sindicalizado) y del movimiento estudiantil. Esta es la forma de lograr influencia concentrada, estructural, y no difusa, atomizada.
Por esto, a todas las reflexiones que venimos haciendo desde al año pasado (Conferencia Nacional del PTS) las ubicamos dentro de la concepción que debe guiar nuestra actividad permanente, empezando por los planes de dirección nacional, regional y de cada equipo: nuestra construcción partidaria (organización estricta de partido, incluyendo la incorporación de nuevas camadas) es inseparable de conquistar lazos orgánicos con la vanguardia (donde entran las agrupaciones con decenas de simpatizantes, los “sectores avanzados” que son votantes del FITU o ex activistas de luchas pasadas, y las instancias que existan de organización de los sectores combativos, como pueden ser internas abiertas, comisiones de lucha donde participan otras tendencias o autoconvocados en el movimiento estudiantil, asambleas barriales, movimientos de jubiladxs, de la cultura, etc.) y con las masas (de lugares de trabajo y estudio). “Lazos orgánicos” significa relaciones más cotidianas y profundas que van más allá del intercambio vía redes sociales o de la influencia político-electoral (sea esta en elecciones nacionales, sindicales o estudiantiles).
Hoy nuestra organización cuenta con una extendida inserción en la clase trabajadora (en más de 60 gremios) y el movimiento estudiantil (en 86 facultades de 32 universidades nacionales, 48 colegios secundarios y 24 terciarios). Hemos crecido en fuerza militante y organizamos a los sectores más activos, no sin dificultades. Pero la relación orgánica con la base de masas de los lugares de trabajo y estudio sigue siendo el aspecto más débil en los últimos años de actividad, salvo contadas excepciones. El límite más importante fue la ausencia de acciones persistentes de masas, con luchas que permanecieron separadas entre sí y con poca continuidad. Pero lo que queremos analizar es qué hubiéramos podido hacer nosotros partiendo de esta realidad.
En el caso de las asambleas barriales (desarrolladas sobre todo a comienzos del año pasado en el AMBA), tuvimos iniciativas pero sobre todo para ligarlas a los conflictos de cada zona (por ejemplo, aeronáuticos de GPS, estatales del Ministerio de Trabajo, Sitios de la Memoria o el Hospital Bonaparte, ferroviarios), buscando impulsar comités de acción comunes. Derrotas concretas como en estatales bloquearon la posibilidad de una unidad mayor. En este contexto, no encontramos las vías para establecer relaciones sistemáticas y amplias en lugares de trabajo o estudio de la zona donde actuaba cada asamblea. En muchos casos hicimos agitación política, con muchas desigualdades, pero lo esencial de nuestra intervención siempre estuvo ligado a las acciones que se sucedieron hasta junio (votación de la Ley Bases) y luego durante la oleada de tomas universitarias. Al no darse procesos de lucha masivos y no surgir aún procesos antiburocráticos extendidos, la organización de los sectores más combativos era limitada (la vanguardia existente, con escasa relación con las bases de masas de cada lugar). En algunas regionales partidarias del interior hicimos más actividades hacia la base, destacándose en la clase trabajadora ejemplos como el de Neuquén durante el conflicto del año pasado y en otras experiencias. También desarrollamos otras iniciativas, como el impulso a actividades amplias (políticas, sociales y culturales) relacionadas con las demandas de género desde la agrupación feminista socialista Pan y Rosas, que interpelan a sectores más amplios que el activismo, y más aún en aquellos sectores de movimiento obrero donde no hay aún fenómenos de vanguardia y continúan pasivos.
Sin embargo, de conjunto nuestro pensamiento e iniciativa estuvo centrado en la movilización y en la organización de los sectores más activos primero (con un calendario intenso que incluyó diciembre 2023, enero y febrero contra la Ley Ómnibus, 8M y 24M, marcha universitaria del 23A, mayo y junio contra la Ley Bases) y en conquistar nuevas fuerzas partidarias después, siempre interviniendo en los conflictos que se iban dando, las elecciones sindicales y estudiantiles, etc. y desarrollando múltiples iniciativas de lucha ideológica (charlas, talleres, seminarios, Jornadas por un Futuro Comunista, etc.). Consumió un gran esfuerzo militante la novedad del surgimiento de procesos de vanguardia, en particular las asambleas barriales y el conflicto universitario (sobre todo al final, con la oleada de tomas), buscando siempre vincular esos procesos a los sectores del movimiento obrero donde actuamos. De estos procesos proviene el grueso de la nueva camada de militantes partidarixs y el salto que dimos en la militancia de las agrupaciones en la universidad, duplicando lxs estudiantes independientes organizadxs (con mucha mejor calidad que antes).
Algunos ejemplos
En el movimiento obrero sindicalizado, dimos cuenta en el Balance de Actividades de los procesos de lucha y organización en los que participamos, así como de nuestra extendida estructuración. Pero señalamos el déficit de nuestra falta de política sistemática hacia la construcción de las agrupaciones y la falta de un trabajo hacia la base de los lugares donde estamos, rasgo más acentuado allí donde hubo más pasividad y/o retroceso. Consideramos pertinente un texto escrito por León Trotsky en un análisis de 1935 sobre los errores de la sección francesa que plantea un aspecto sugerente para el PTS sobre la desconexión entre la actividad y la vida cotidiana de lxs trabajadorxs. Dice:
Nuestros camaradas organizan mítines, distribuyen panfletos y participan en manifestaciones, pero al finalizar los actos, los obreros vuelven a sus hogares y nuestras consignas se pierden en el aire. No hemos construido puentes sólidos con sus luchas diarias, sus fábricas o sus sindicatos. Así, cada acto termina en un callejón sin salida: nosotros nos quedamos solos, y ellos regresan a la rutina que el reformismo controla.
Esta reflexión creemos que apunta a una de las contradicciones importantes que tenemos que superar. Necesitamos ser mucho más parte de la “vida” de los lugares de trabajo donde militamos, de sus actividades sociales o culturales, con la complejidad que implica la tendencia a la atomización y dispersión o a la reclusión en la vida familiar (o directamente individual) que permiten las redes sociales y los medios de comunicación actuales (plataformas, etc.). Los sindicatos también conspiran contra la organización social de lxs trabajadorxs, con burocracias que sólo se preocupan por defender las condiciones salariales o de los convenios. En los pocos lugares donde existen como fuerza, las demás corrientes de izquierda reproducen esas prácticas políticas y también forman aparatos externos a la clase. No se proponen organizar espacios donde las y los trabajadores puedan tener actividades sociales independientes de las patronales. Por supuesto que, si se desarrollan procesos de lucha o de organización antiburocrática (posibilidad que señalamos al comienzo), estas tendencias son sobrepasadas por la decisión y necesidad de los propios trabajadores.
Durante todo el último año tuvimos iniciativas para generar una mayor militancia común con centenares de compañeros y compañeras independientes. Ejemplos de esa orientación son la Posta de Salud, que dinamizó nuestro trabajo en varias en estructuras del sector (de trabajadrxs y universidades); la campaña de “Salvemos al tren” como parte de la preparación frente al plan de despidos en ferroviarios; los torneos de futbol “Amistad Obrera”, en Tucumán con trabajadores de los ingenios; o en el Club de Madygraf (donde concurren centenares de trabajadores de la zona); el festival por el Hospital Posadas de fin de año; el homenaje a Nora Cortiñas, que organizamos en común con la asamblea de Morón, el de la Juventud Trabajadora en apoyo a la lucha del Hospital Bonaparte o actividades en los locales o casas culturales que son utilizados por la militancia para mantener un vínculo con sectores más amplios en momentos de pasividad. Pero hasta el momento son más medidas aisladas que parte de una orientación sistemática que golpee sobre la base de las estructuras donde militamos.
En docentes tenemos una amplísima estructuración en muchos sindicatos a lo largo de todo el país, con más de 800 compañeras y compañeros contando militantes partidarios y de las agrupaciones. Cerca de 250 de ellxs son delegadxs de sus escuelas. Hay muchas desigualdades en nuestro partido en este sector. Hemos tenido buenas iniciativas, como la relación con las asambleas barriales en CABA donde se organizaron festivales y militancia común, juntando útiles, o lo que contamos arriba de Neuquén. Pero, en general, cuando no hay procesos de lucha que involucren a la base, nuestra preocupación pasa más por responder a la “vida política” de los sindicatos, que empujan burocracias descolgadas, que a compartir actividades sociales y/o culturales con lxs compañerxs de escuela o colegio. Tuvimos múltiples iniciativas de debate ideológico sobre pedagogía a partir de la publicación de obras de Lev Vigotski que despertaron el interés de muchxs docentes, aunque se trata de un sector. Cuando hay procesos de lucha todo es más fácil, porque la organización común surge como necesidad más extendida.
En muchas fábricas de la industria hemos pasado procesos de lucha y sindicales de diverso tipo, enfrentando la persecución de las patronales y la burocracia, pese a lo cual es imperioso saber combinar la intervención en esos procesos con hacer todos los esfuerzos por compartir la vida de lxs compañerxs de trabajo.
En las universidades nacionales, al calor de la última etapa del conflicto (las tomas de universidades), logramos organizar una fuerza de casi 1300 estudiantes (entre militantes partidarixs e independientes), que supera ampliamente a las demás fuerzas de izquierda. Pero no supimos organizar ampliamente al activismo para influir de forma decisiva en sectores de la base de las facultades y lograr superar a las burocracias estudiantiles que subordinaron el proceso de lucha a la borrada de las autoridades (negativa a organizar una Tercera Marcha Federal). Luego de la masiva marcha del 23 de abril, no tuvimos una política conjunta entre estudiantes y docentes del PTS para que el activismo que comenzaba a surgir tuviera iniciativas hacia la base de las facultades, para convencer masivamente del reclamo por los salarios docentes y no docentes, cuestión que no sensibilizó al nivel del temor al cierre de las universidades que había motorizado la primera marcha. Pero además de esto, como no había movilización creciente sino reflujo luego de que el gobierno garantizó que las facultades seguirían funcionando, había que lograr formas de relación con la base que fueran más allá de las cursadas. Creemos que, por ejemplo, podríamos haber organizado fiestas masivas en las propias facultades en defensa de la universidad y de los salarios de sus trabajadores, lo que implicaba una lucha política con las autoridades que, en general, no las permiten. Eso hubiera permitido que el activismo (estudiantil y también docente) tenga relación con su base de las cursadas y recuperar formas de socialización del estudiantado que se perdieron desde los 90. En la universidad se trata de un proceso de lucha largo, pero también “aplica” un problema de raíz similar al que planteamos para el movimiento obrero. Como un ejemplo por la positiva, en la UNLa (Lanús) logramos integrar actividades ideológicas (charlas y talleres) con la organización del activismo “autoconvocado” durante el conflicto, actividades sociales e iniciativas hacia la base de la facultad, lo que nos permitió intervenir en las elecciones de centro, desenmascarar la ubicación desastrosa que tuvo la anterior conducción ligada a Unión por la Patria y ganar el CeSaCo con una lista organizada por el PTS. Algo similar logramos en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad del Comahue.
Conclusión
Como fundamento de las resoluciones específicas que propondremos al XX Congreso, que contemplen una relación entre desarrollo del internacionalismo, intervención en la lucha de clases, agitación (lucha política) y propaganda (lucha ideológica), la utilización de las redes sociales de forma revolucionaria (integrando también la campaña electoral en las elecciones anticipadas de cada provincia y en las nacionales de octubre), la relación “persona a persona” y la gran Campaña Financiera de junio, consideramos que toda dirección de regional, zona o equipo, así como los propios equipos cuando votan sus planes, deben esforzarse en contemplar los distintos niveles que estamos planteando en este documento. Obviamente no podrá ser todo a la vez, pero lo que es clave es ser conscientes en qué plano estamos actuando y en ese sentido cómo distribuimos las fuerzas de cada equipo y cómo dividimos tareas para que haya compañerxs que sigan las distintas esferas de actividad.
Las nuevas tendencias de la situación política que señalamos al comienzo nos invitan a impulsar con audacia iniciativas que atiendan a cada nivel (partido, vanguardia, masas) para “medir” con nuestra propia práctica las oportunidades que se nos presentan.
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