Hace casi mil años, los peregrinos que recorrían Europa para llegar a Jerusalén –que había sido conquistada poco antes por los cristianos en la Primera Cruzada– eran muchas veces atacados por los selyúcidas, turcos musulmanes fundamentalistas. Para proteger con sus espadas y escudos tanto a los viajeros como la Tierra Santa, nació la Orden del Temple, creada por Hugo de Payens y formada originariamente por nueve caballeros y monjes guerreros franceses.
De las construcciones de los famosos caballeros templarios, que recibieron muchos regalos y donaciones por sus hazañas, quedaron varios castillos, así como también catedrales y capillas, en distintos rincones estratégicos de Europa. Visitarlos es como volver a la Edad Media, para saber cómo vivían hasta 1312, cuando el papa Clemente V dictó la disolución de la Orden, cada vez más poderosa.
Para entonces, los monjes guerreros que usaban una enorme cruz roja sobre sus capas y sus estandartes blancos, habían establecido una red de 870 castillos en los que guardaban sus enormes riquezas, a pesar del voto jurado de pobreza, castidad y obediencia. Y ese fue justamente el motivo que generó los recelos que la llevaron a su fin. La Orden de Cristo, que mantuvo luego su mismo espíritu, ocupó sus fortificaciones en muchos lugares, mientras los reyes y los nobles se hicieron cargo en otras.
Un convento de película
Un itinerario por los castillos templarios podría comenzar en el centro de Portugal, donde se encuentra un complejo que es monumento histórico y cultural de ese país y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1983. Se trata del Castillo de los Caballeros Templarios y el Convento de Cristo, en Tomar.
Después de que los caballeros colaboraron en la recuperación de Lisboa y otras ciudades de la península ibérica de manos de los musulmanes, el rey Alfonso I de Portugal les otorgó las tierras entre Coimbra y Santarém. Allí levantaron una gigantesca fortaleza en 1160 –según la fecha que se puede leer en la Torre del Homenaje– con una muralla doble y torres de plantas cuadradas y semicirculares, que rodean una suave colina.
El Castillo y el Convento de Cristo, una magnífica obra arquitectónica de estilo gótico, donde hace dos años se filmó la película Damsel, protagonizada por Millie Bobby Brown, pueden visitarse todos los días. Además, exhibe una muestra inmersiva para conocer la historia del lugar y develar los secretos de los caballeros templarios. La entrada cuesta 10 euros.
Del castillo original se conservan también la Charola o Rotonda –la capilla templaria octogonal, similar al Santo Sepulcro– y las dependencias de los freires y los sirvientes. Durante los siglos XVI y XVII sufrió modificaciones y se agregaron una iglesia más grande y claustros en dos plantas. Por eso los visitantes descubrirán mezclas de estilos románico, gótico, manuelino –de la época del rey Manuel I de Portugal– y renacentista.
Otras importantes construcciones militares que también pueden recorrerse en la Ruta Templaria de Portugal son el Castillo de Almourol, ubicado estratégicamente en una pequeña isla en el río Tajo –que marcaba el límite entre cristianos y musulmanes–, y las fortificaciones de Pombal, Monsanto y Soure.
En agradecimiento por sus heroicas victorias sobre los musulmanes, los reyes leoneses donaron algunos de sus territorios a la Orden del Temple. Los guerreros tomaron posesión de una antigua fortificación celta en 1178 y un siglo después, en 1282, la convirtieron en lo que hoy conocemos como el Castillo de Ponferrada o el Castillo de los Templarios, en León.
Al formar parte del Camino de Santiago, el lugar se transformó en un enclave privilegiado en un promontorio a orillas del río Sil para proteger a los peregrinos. A lo largo de un siglo y medio, edificaron un convento templario, reforzaron las murallas y levantaron viviendas, bodegas, cocinas para hacer pan y huertas.
Cuando la Orden fue disuelta, la Corona se quedó con el castillo y el convento. Desde el exterior, el castillo luce como la típica construcción de la Edad Media, con sus muros y sus torres de piedras cinceladas a mano y coronadas por estandartes. Las murallas periféricas tienen cinco torres, mientras el Castillo Viejo tiene cuatro, y un profundo foso protegido por rejas.
En el mismo lugar se puede visitar el Palacio Nuevo, edificado en el siglo XV por Pedro Álvarez Osorio, primer conde de Lemos, sobre las estructuras templarias del siglo XII. De esas construcciones medievales se conservan solamente una cámara abovedada y una gran sala rectangular con puerta ojival.
El imponente castillo, con su Biblioteca Templaria y su magnífica exposición Templum Libri de libros antiguos invaluables, está abierto todos los días con entrada a 6 euros. Además, todos los años se celebra la Noche Templaria durante la primera luna llena del verano, con una puesta en escena con trajes y música medievales.
Otros castillos de los Caballeros Templarios dignos de visitarse en España son los de Peñíscola (en Castellón), Jerez de los Caballeros (en Badajoz), Monzón (Huesca), Caravaca de la Cruz (Murcia), de la Zuda (Tortosa, Tarragona) y San Servando (Toledo). En los dos últimos se puede dormir: en uno funciona el Parador Nacional de Turismo de Tortosa, con vistas panorámicas sobre el río Ebro, y en el otro, un albergue para la juventud.
El circuito francés
El único castillo templario de Francia, el Castillo de La Couvertoirade, levantado por los templarios a finales del siglo XII, se encuentra en Aveyron, un pueblo de cuento en el sur del país y a unos 76 kilómetros de Montpellier.
Para ascender hasta el castillo, del cual se conservan la imponente barbacana (doble torre sobre la puerta de ingreso) y las mazmorras, se debe caminar por las callecitas del poblado medieval que nació a su alrededor y se protegió en el siglo XV por unas murallas de piedras que aún se mantienen prácticamente intactas. La Couvertoirade es considerado uno de los pueblos más bellos según la asociación francesa Les Plus Beax Villages de France. Parece el escenario de un cuento de hadas, con sus barcitos y sus casas construidos sobre las piedras de la meseta de Larzac.
El castillo de los Caballeros Templarios, después de la disolución de la Orden, fue entregado por el Papa a los Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, más conocidos como Los Hospitalarios. Ellos fueron quienes levantaron no solamente la iglesia, sino también los muros que protegieron al creciente poblado.
Está abierto a visitas de martes a viernes, desde abril hasta octubre, con entradas a 5 euros.
El consejo es reservar el tiempo suficiente no solo para visitar las intrincadas callecitas del pueblo de La Couvertoirade, sino también el llamado Circuito del Larzac, con otros pintorescos pueblos donde vivieron los monjes guerreros.
En el bellísimo Sainte-Eulalie de Cernon, protegido por una muralla de 12 metros, se encuentran la Encomienda –que albergó tanto el centro de operaciones templario como sus viviendas durante seis siglos– y una iglesia románica. En La Cavalerie, en cambio, apenas se mantiene parte de la capilla templaria.
El recorrido puede terminar en Poggibonsi, en la provincia de Siena, en el norte de Italia. En ese poblado se encuentra el Castillo de la Magione, que perteneció a los Caballeros Templarios, luego a Los Hospitalarios y hoy alberga a la Milicia del Templo de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, un grupo scout católico, una editorial y la fundación de caridad templaria Jacques de Molay.
El castillo del siglo XI fue donado en 1140 por los herederos de los fundadores a los monjes de la abadía de San Michele, que a la vez se lo confiaron a los Caballeros Templarios. El complejo, ubicado junto al río Staggia y a unos tres kilómetros del centro de la ciudad, incluía durante la Edad Media una pequeña iglesia y un hospital para los peregrinos.
Después de centurias de abandono, el conde Marcello Alberto Cristofani –cuya familia había sido propietaria original de la construcción– compró el castillo en 1976. Cuando terminó las obras de restauración, lo entregó a la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, que él mismo fundó, para que se ocuparan de su cuidado.
El estilo del castillo es románico: se entra al enorme patio y, después de cruzar las habitaciones de los peregrinos, se llega a las de los caballeros. Los visitantes sentirán que retrocedieron un milenio en el tiempo.
Todo el complejo fue considerado el “sitio medieval templario más completo y mejor conservado de Europa Occidental” por los investigadores de Historia del Arte de la Universidad Estatal de Nueva York en Búfalo.
A partir del estudio de la historia y de libros y películas, como El Código Da Vinci, los poderosos Caballeros Templarios se convirtieron en un misterio que atrapó a un público enorme. Y la cantidad de personas que llegan cada día para visitar sus antiguos castillos lo comprueba.
Una condesa en busca de poder
La historia del primer castillo construido por los Caballeros Templarios está íntimamente relacionada con la de Portugal. Fue la condesa Teresa, hija natural de Alfonso VI de León y su amante, Jimena Muñoz, quien adivinó el poder que tendría la Orden. Viuda del conde Enrique de Borgoña, la ambiciosa mujer quedó a cargo de una enorme región en Coímbra que pensó que podía convertirse en el nuevo reino de León.
Para lograr el apoyo de la Orden Templaria aún antes de la aprobación del Papa, le cedió el Castillo de Soure en 1128, en la confluencia de los ríos Ancos y Arunca. Esa localidad portuguesa estaba entonces en el límite con los territorios musulmanes, por lo cual su posición era estratégica y se convirtió en su sede central hasta que la frontera avanzó al sur y los templarios se instalaron en Tomar.
La condesa fue vencida en su segunda sublevación contra el reino de León y sucedida por su hijo Alfonso, que la historia conoció como Alfonso I, primer rey de Portugal, gracias al apoyo de los Caballeros Templarios. Con el correr de los siglos, el castillo de Soure perteneció a la Orden de Cristo, al poeta portugués Santiago Presado, desde 1949 es Monumento Nacional y en 2004 pasó a manos del municipio.
Actualmente solo pueden verse las ruinas de la fortificación militar y residencia de estilo protorománica, con una sola de sus cuatro torres imponentes, llamada la Torre del Homenaje, en una visita de una hora aproximadamente.