El aumento para los senadores volvió a poner en discusión los sueldos de funcionarios y legisladores. El tema ya había surgido en febrero, cuando ambas cámaras del Congreso se autogestionaron una mejora en sus haberes, luego anuladas por la reprimenda del presidente Javier Milei a Martín Menem (Diputados) y a Victoria Villarruel (Senado). Pero mucho antes fue Domingo Cavallo, admirado por Milei, el que planteó el debate públicamente.
En los 90, el entonces superministro de Carlos Menem blanqueó la situación al admitir que ministros, secretarios de Estado y subsecretarios cobraban un sobresueldo de $10.000 para complementar los magros haberes estatales, con el argumento de que no fueran tentados por el sector privado (o por la corrupción). La “confesión” le valió una condena a tres años y medio de prisión, nunca concretada.
En la cerrada visión del Presidente, ¿Cavallo es “casta” o “el mejor ministro de la historia”? ¿Y el actual vocero, Manuel Adorni, que fue promovido a un cargo superior con el consecuente aumento de sueldo?
Tal vez haya que concluir: los funcionarios deben cobrar bien por su trabajo. El problema es cuando docentes, médicos y jubilados cobran tan mal y la diferencia se hace tan grosera.