domingo, 27 julio, 2025
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Hazaña argentina: blanco a 250 metros y a mano alzada

Esta nota es singular tanto por su relevancia técnica como por el valor histórico para nuestro país. Una vez más, quedó demostrado que la habilidad y las cualidades personales, en casos excepcionales, pueden superar incluso a la tecnología más sofisticada. Es el ejemplo de mi querido camarada de armas, el segundo comandante Julio Ricardo Villa, nacido en Orán, Salta, quien con gran pericia logró conquistar el récord mundial de tiro con pistola estándar calibre 9×19 mm Parabellum a una distancia de 250 m, empleando una sola mano. 

El segundo comandante Villa pertenece al escalafón Seguridad y cuenta con una sólida formación que incluye cursos de tirador selecto, francotirador, protección de personalidades, antidrogas avanzado y negociación-mediación. Para entender la dimensión de este logro, es necesario repasar tanto los parámetros técnicos requeridos para su certificación como los fundamentos balísticos aplicados al tiro de precisión, especialmente con armas cortas.
La organización encargada de certificar esta hazaña fue la Official World Records, con sede en España. Esta entidad cuenta con un riguroso sistema de control técnico y notarial a nivel internacional, que garantiza la transparencia, legalidad y objetividad en cada intento de récord. En este caso, Villa debió respetar estrictamente ciertos requisitos: utilizar una pistola estándar sin modificaciones mecánicas en calibre 9×19 mm Parabellum y emplear munición de fábrica (no recarga). En concreto, se usaron proyectiles de 147 grains FMJ flat nose (punta troncocónica encamisada). Sólo se permitían tres intentos de disparo a 250 m, sobre un blanco metálico de 1,60 m de alto por 47 cm de ancho, opcionalmente pintado de blanco o amarillo. Estas dimensiones responden a la representación imaginaria de un soldado en posición de disparo agachado, como en un teatro de operaciones urbano o semiurbano. Durante toda la prueba, los veedores de Official World Records controlaron minuciosamente que la pistola y la munición fueran las previamente homologadas. Cualquier modificación anulaba el intento. 

Lugar y fecha

La hazaña tuvo lugar el 1 de febrero de 2025 en el Tiro Federal Argentino de Mercedes (provincia de Buenos Aires), ante unas 50 personas, entre autoridades nacionales e internacionales, y efectivos de diversas fuerzas armadas y de seguridad. La tensión emocional era notable, tanto para el propio Villa como para los testigos del evento. Tras el logro, circularon comentarios de todo tipo. Algunos elogiosos y otros críticos, provenientes –en su mayoría– de personas sin el conocimiento técnico ni práctico necesario. Resulta lamentable que muchas de estas opiniones provengan de aficionados y no de profesionales formados, lo que deja en evidencia una falta de criterio técnico y objetivo.

Alcanzar una marca mundial de este tipo con un arma corta no es tarea sencilla. En primer lugar, se utilizó una pistola Beretta 92 Combat de fabricación masiva y estándar. En segundo, el proyectil empleado tiene un perfil balístico poco favorable: su punta plana y su base recta —a diferencia de los proyectiles con cola de bote (boat tail)— generan mayor resistencia al avance y turbulencia trasera, lo que dificulta el vuelo. Además, la munición de 147 grains es subsónica, lo que obliga a compensar una trayectoria parabólica más pronunciada. A diferencia de los proyectiles livianos de alta velocidad, que vuelan de manera más tensa y plana, los de mayor peso retienen más energía a distancia, pero requieren mayor pericia para ser controlados. Entre los factores externos que influyen negativamente en este tipo de disparos se encuentran el viento, la gravedad, la humedad del aire, la presión atmosférica y la resistencia opuesta al movimiento del proyectil. En el caso de una pistola como la Beretta 92 Combat, con cañón corto y paso de estría limitado, la velocidad y rotación del proyectil disminuyen significativamente al superar los 150 m, lo que afecta la estabilidad del disparo y acentúa su comportamiento errático. También entra en juego el denominado efecto Magnus, una fuerza lateral que actúa perpendicularmente al eje de rotación del proyectil y puede desviar su trayectoria, sobre todo a largas distancias. El mérito de este récord es aún mayor si consideramos que los tres disparos se realizaron a una sola mano, sin asistencia de elementos de puntería electrónicos, ópticos ni telescópicos. Fue, en esencia, un acto de habilidad pura y entrenamiento especializado a mira abierta. Pero a esta nota le estaría faltando un dato clave, uno de los secretos mejor guardados de Julio Villa: su forma de apuntar. A 250 m, la distancia que le valió el récord mundial, el guión —el punto de referencia del tirador— se pierde visualmente detrás del blanco. Para resolverlo, Julio apela a una técnica tan precisa como inusual: imagina “guiones ficticios” que prolonga hacia arriba, como una guía visual invisible. “Imagino guiones del mismo tamaño que el real y subo y bajo el arma por la línea del blanco. Cuando coinciden, dejo el arma quieta apuntando por encima de la parte más alta del blanco”, explica. Así calcula con exactitud: a 250 m, proyecta dos guiones y medio imaginarios y ejecuta el disparo. La vista, cuenta, se regula permanentemente, yendo del guión al blanco y regresando. En cuanto a su postura, traba ambos brazos, coloca la mano izquierda dentro del bolsillo del pantalón para evitar movimientos involuntarios y no corta la respiración, simplemente la desacelera. “En los entrenamientos no disparo mucho con munición real, pero hago muchos tiros en seco, siempre con blancos y distancias reales. Para cada distancia tengo memorizado cuántos guiones imaginarios debo proyectar hacia arriba”, confiesa con la misma naturalidad con la que rompe récords.

Más allá del entrenamiento

Sin duda, la preparación de Villa fue integral: no sólo técnica y balística, sino también psicológica. Logró mantener el control emocional en un entorno cargado de tensión, reduciendo la descarga de adrenalina y el ritmo cardíaco, lo que mejoró notablemente su estabilidad al empuñar y su precisión al presionar la cola del disparador. Esto le permitió impactar de manera constante y efectiva, descartando cualquier posibilidad de aciertos fortuitos. 
Como especialista, considero que este récord representa una marca histórica admirable para la República Argentina. Vuelve a poner en evidencia el talento y la capacidad de nuestros profesionales, muchas veces subestimados en su propia tierra, donde lo importado suele valorarse más que lo propio. Con esta nota quiero expresar mi reconocimiento objetivo y técnico a la hazaña alcanzada por Julio Ricardo Villa, fruto del sacrificio, la dedicación y el mérito personal. Un récord que –sin duda–  bien merecido lo tiene.

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