jueves, 12 junio, 2025
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Brian Wilson y las voces en su cabeza: la historia que contó antes de morir

La muerte de Brian Wilson, ocurrida en las últimas horas, permite volver a una de las confesiones más singulares de la música popular: Yo soy Brian Wilson… y tú no.

Ahí, en esa autobiografía coescrita junto al editor Ben Greenman —quien lo entrevistó durante siete meses—, el fundador de The Beach Boys narra su vida sin épica y sin filtro. Un recorrido que incluye armonías sublimes, electroshocks, voces interiores y la figura de un padre violento.

De las olas al clasicismo: el giro musical de Brian Wilson

Si Johnny Cash pasó de ser un cantante country folk a un vanguardista mundial, un faro estilístico de las nuevas generaciones (reinterpretando, o mejor dicho, metamorfoseando sus propias versiones de Depeche Mode o Nick Cave), su recorrido fue de lo tradicional a lo experimental.

Brian Wilson, en cambio, hizo el camino inverso: sus discos solistas de madurez lo conducen a un típico clasicismo estadounidense, con referencias a compositores como Gershwin, las bandas de sonido de Disney y las canciones navideñas.

Brian Wilson fue : el genio de The Beach Boys entre drogas, abusos y voces en su mente. REUTERS/Mark Blinch/File Photo

Tal vez es lo que haya podido hacer el líder de uno de los conjuntos de pop más exitosos de los Estados Unidos, The Beach Boys, con un historial que incluye despotismo familiar por parte del padre, abuso de alcohol y drogas y hasta terapias de electroshock y vínculos con el clan de Charles Manson (su hermano Dennis Wilson).

La oscuridad detrás de las melodías más luminosas de The Beach Boys

La historia del compositor de canciones tan nítidas y luminosas como “God Only Knows” o “Wouldn’t It Be Nice” está teñida de oscuridad.

“Mi historia –dice Brian Wilson en el prólogo de Yo soy Brian Wilson y tú no, aquí llamado obertura– es una historia familiar, una historia musical y una historia amorosa, pero es también una historia de enfermedad mental”.

Brian Wilson, era admirado por John Lennon, Paul McCartney y Leonard Bernstein.

Es un libro en cuyo título se leen las voces exteriores e interiores en su mente, que acarician o golpean: la de un padre que lo criticó permanentemente, pero también el recuerdo de George Martin, productor de los Beatles, diciéndole que sin el disco Pet Sounds (la obra cumbre de The Beach Boys), Sgt. Pepper’s no existiría o elogios a sus composiciones de Leonard “West Side Story” Bernstein.

Una autobiografía marcada por miedos, voces y silencio

Y si bien el libro no ahonda tanto en todas las facetas trágicas de las cuales uno querría saber más (excepto cuando se refiere al padre: “Mi papá me daba miedo. Era violento, era cruel”), es innegable que en los títulos de cada capítulo se cifra una cronología de miedos y obsesiones: Miedo / Familia / Cimientos / Ecos / Voces.

Brian Wilson: «Las voces en mi cabeza no se iban»

En la obertura del libro, escrita durante una gira en Londres, Wilson describe una escena que parece menor: se sienta en el Royal Festival Hall mientras se prepara para tocar por primera vez el mítico álbum SMiLE. Pero enseguida aparecen las otras voces. No las de los técnicos, ni las de los músicos, ni siquiera las de los críticos. Son las internas: “Tu música no vale nada, Brian… Esto es el fin, Brian… Te vamos a matar, Brian”.

Las escuchó durante décadas. Y también lo intentó todo: alcohol, drogas, medicación, encierro, terapia. “Al final —escribe— he tenido que aprender a vivir con ellas”.

El libro está hecho de esos momentos: confesiones crudas, recuerdos fragmentarios, frases que suenan más como pensamientos escritos que como anécdotas narradas.

Diálogos con los gigantes: Lennon, McCartney y Sinatra

Como todos los grandes héroes de la música de los 60, Wilson siente un gran respeto por sus colegas y rememora conversaciones por teléfono con John Lennon, encuentros con Paul McCartney o, deseo frustrado, la canción que compuso para Frank Sinatra, “Still I Dream Of It”.

Pero lo que distingue por sobre todo esta biografía es la prosa: una búsqueda más literaria comparada con otros libros de no ficción sobre músicos, que sin duda se debe a su colaborador Ben Greenman, editor de The New Yorker, que entrevistó a Wilson durante siete meses.

George Harrison, Phil Spector y otros nombres que importaban

El otro Beatle importante para Brian Wilson fue George Harrison. Lo admiraba por su espiritualidad y su capacidad de decir mucho con poco: “Give me life / Give me love / Give me peace on earth”. Durante años lo pensó como un nombre menor en la sombra de Lennon y McCartney, hasta que escuchó “Here Comes the Sun” y empezó a prestar atención a su voz propia.

“Quizá cualquier grupo necesitaba eso —escribe Wilson—, una presencia profundamente conmovedora que no estuviera en medio de todo.” Nunca llegó a conocerlo, pero en 2015 tocó “My Sweet Lord” en su honor, invitado por la viuda de Harrison, Olivia.

Brian Wilson sentía fascinación por los Beatles y especialmente por la «luminosidad» de George Harrison» a quien nunca conoció. [AP Photo/ Bob Grieser]

También aparece Phil Spector, a quien Wilson reconoce como una influencia central. No solo por su estilo de producción, sino por su potencia como figura sonora: el famoso Wall of Sound fue una guía para la arquitectura de discos como Pet Sounds. “Era alguien a quien quise superar —escribe—, pero también alguien que me intimidaba”.

Junto a ellos, menciona con respeto a The Rolling Stones, Chuck Berry, los Everly Brothers y Nat King Cole. Algunos fueron maestros, otros competidores, otros apenas recuerdos de fondo. Pero todos suenan, de una forma u otra, en su música.

Yo soy Brian Wilson… y tú no: una frase que no es orgullo

El título —Yo soy Brian Wilson… y tú no— no suena como una frase de orgullo. Es más bien un límite, una advertencia.

Brian Wilson y su autobiografía junto a un editor del The New Yorker.

Ser Brian Wilson fue escribir canciones que suenan eternas y convivir, al mismo tiempo, con voces que no se callaban. Ahora que ya no está, queda su música. Lo que había dentro, está ahí. Solo hay que escuchar.

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