jueves, 17 abril, 2025
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Euforia que no se entiende

Fue un viernes febril, de esos a los que la Argentina parece estar destinada a vivir con una periodicidad demasiado frecuente. Se aunaron dos anuncios significativos: a las 4 de la tarde, el del índice de inflación y, una hora después, el del desembolso del Fondo Monetario Internacional junto al comienzo del levantamiento del cepo.

Para este último, hubo una puesta en escena prolijamente diseñada. Primero la comunicación de la noticia y la posterior larga conferencia de prensa del ministro de Economía, Luis Caputo, y del presidente del Banco Central, Santiago Bausilli; después, la foto de familia en la Casa Rosada, y finalmente, la del discurso de Javier Milei por la cadena nacional de radio y televisión.

El Gobierno necesitaba –sí o sí– concretar este acuerdo con el FMI lo antes posible. La incertidumbre causada por la demora en su concreción le vino significando al Banco Central una hemorragia de dólares que no paraba. Salvo una o dos jornadas, en los últimos quince días, tuvo que salir a vender, con lo que las reservas de la entidad cayeron por debajo de los 25 mil millones de dólares. La escasez de billetes de la divisa estadounidense se venía agravando por la poca liquidación de los exportadores en estos meses, que son claves. Era un secreto a voces que un levantamiento del cepo iba a generar automáticamente un fenómeno de inestabilidad que, consecuentemente, podría llevar a una posible devaluación. Esa incógnita se va a comenzar a develar no bien se abran los mercados en la mañana del lunes. Pero, bajo las condiciones actuales de la llamada fase 3 del plan económico del Gobierno, con una flotación sucia controlada por el BCRA, es poco probable que suceda. Lo que es concreto es que ya no existirá más el dólar blue sino que el valor de la divisa dependerá de lo que fije el juego entre la oferta y la demanda, es decir, el mercado.

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En este punto es importante señalar que el levantamiento del cepo es parcial. No hay dólares para todos, en especial, para las empresas. Por lo tanto, quienes podrán operar con total libertad serán las personas humanas, es decir, cada uno de nosotros. Eso es claramente un limitante que asegura que no habrá una avalancha de compradores de grandes sumas de dólares. Por otra parte, la gran mayoría de la sociedad llega con lo justo a fin de mes y lejos está de pensar en variables de ahorro; más bien está preocupada por su subsistencia. El aumento en la inflación de marzo, empujada por la suba del precio de los alimentos, es una muestra de ello. El otro aspecto que habrá que tener en cuenta es el impacto que la medida tendrá en las importaciones.

El Gobierno necesitaba cerrar el acuerdo por la hemorragia de dólares del BCRA

Es menester subrayar la importancia de dos factores que se combinaron para acelerar la concreción de este acuerdo del cual tanto dependía el oficialismo: el primero es la magnitud del ajuste con el consecuente superávit fiscal; el segundo es la estrecha relación entre Javier Milei y Donald Trump. Eso se verá reflejado mañana durante el encuentro que mantendrá el secretario del Tesoro –equivalente al ministro de Economía– de los Estados Unidos, Scott Bessent, tanto con el Presidente como con Caputo.

En medio de tanta euforia en el Gobierno –en verdad hay que señalar que recibir un préstamo del FMI no es algo para festejar– es importante hacer dos observaciones: la primera, que, más tarde o más temprano, el préstamo habrá que devolverlo; la segunda, que el FMI puso tres condiciones que deberán implementarse a lo largo de lapsos futuros: la reforma previsional, del sistema de coparticipación y del sistema tributario, metas para las que el oficialismo va a necesitar acuerdos políticos que hoy no se ven en el horizonte.

Volviendo a lo inmediato, hay en el fondo –como siempre– un tema de confianza. El anuncio del Gobierno parece acertado y lanzado justo a tiempo. Sin embargo, el éxito de esta tercera fase, que comenzará concretamente el lunes, dependerá de la reacción y del acompañamiento de los distintos actores de la economía.

El campo había anticipado que aumentaría el ritmo de liquidación de la cosecha entrado el mes de abril. Fuentes del sector señalaron que “habrá una lógica prudencia al principio pero el aporte de divisas llegará más temprano que tarde” y aseguraron que “el Gobierno está dando pasos en la dirección correcta”.

El empresariado en general y el sector industrial en particular deberían meditar sus próximos pasos pensando en el bienestar general. Son el eslabón fundamental para darle sustento real a la actividad económica. La historia ha dado muestras suficientes de su mezquindad. En años de la Alianza le soltaron la mano a Ricardo López Murphy cuando les planteó la posibilidad de tener que salir a competir abiertamente y esbozó sus planes de ajuste, infinitamente menores a los que está llevando a cabo el gobierno nacional. Algunos fueron cómplices con su silencio en los años del despilfarro kirchnerista y posteriormente abandonaron a su suerte a Mauricio Macri a pesar de ser considerado “uno de los suyos”. Al ingeniero le dieron de beber de su propia medicina. “Acompañaremos en la medida de lo posible pero nos preocupan los desplantes grandilocuentes y la falta de equipos. Salvo la cúpula de Economía y del Banco Central, no hay en el Gobierno cuadros formados en gestión y eso se nota”, resumió un empresario del sector alimentario.

Del otro lado de la ecuación, la dirigencia gremial sigue demostrando no estar a la altura de las demandas sociales. Priman en la cúpula de la desprestigiada CGT las internas y los intereses partidarios. La tenue movilización y el paro llevados a cabo los días miércoles y jueves fueron una muestra cabal de su falta de liderazgo. La gente les dio la espalda y salió a trabajar como lo hace cada día para ganarse el sustento. Nadie come vidrio y la sociedad se ha hartado de seguirles el juego a los sindicalistas millonarios, que solo quieren conservar sus privilegios. La distancia con el trabajador de a pie y la crisis de legitimidad es total.

Cada uno de los sectores de la dirigencia política, gremial y empresarial debería replantearse su rol en una argentina que ya no tolera la falta de empatía.

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