viernes, 21 febrero, 2025
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Fernando Bravo: su nueva etapa en la radio, la vida en familia y el episodio milagroso que lo acercó a Dios

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Cuando Fernando Bravo cumplió cuarenta años de trayectoria en la radio y televisión, publicó Mi domicilio es el aire (Aguilar, 2010), un libro de memorias en el que quiso nombrar y agradecer a todos los que lo habían acompañado desde sus inicios a fines de los sesenta. “Esa frase, la que elegí para el título del libro y que surge de una entrevista que me hizo la querida Alicia Petti, me define porque más allá de una radio u otra, lo importante es estar en el aire y tener el contacto con la gente”, dice el locutor y conductor sampedrino, hoy con más de medio siglo de carrera e incansables 80 años: después de 15 temporadas en Continental, se muda a Radio Mitre. Desde el lunes 3 de marzo, de 16 a 19, comienza la era Bravo por Mitre, en el cumpleaños número 100 de la emisora.

Con tanto aire encima, no es raro que Bravo siempre esté de vuelta. En Mitre, entre 1973 y 1975, trabajó en La tarde del 80, un programa que iba de 14 a 17, con Juan Carlos “Pichuqui” Mendizábal. “Fue ahí que empecé a tomarle el sabor a ser algo más que locutor de tanda publicitaria o presentador de discos. Me empezó a interesar la parte periodística, hacer notas a gente del espectáculo, porque es la más accesible. Además, la radio no era como hoy, no había tanto político en el aire ni tanta crónica policial. Eso motivó a que me llevaran a Radio Rivadavia, que fue un salto importantísimo porque en esos años era hiper escuchada, con Héctor Larrea con su Rapidísimo y Antonio Carrizo con La vida y el canto. Un cambio fundamental y una escuela de conducción enorme”.

A Fernando Pochulu, o “Bravo” como le pusieron ni bien comenzó en la televisión, en 1969, le gusta dar nombres. No lo hace solo porque la memoria se lo permite sino porque disfruta la inclusión, el que nadie quede afuera de esa tarea coral que es la radio. Por agradecimiento y porque se siente parte de esa larga cadena de legados que construyen una historia más grande que el logro individual. Héctor (Larrea) es un artesano de la radio. Lo que ha hecho con la cultura musical es una cosa extraordinaria. Cacho Fontana con el Fontana Show, muchas generaciones no saben de lo que hablo porque Cacho se retiró en 1973. Era algo extraordinario desde el punto de vista de la magia de la radio, de la penetración, del encanto, del humor, de la música, de lo periodístico. Cacho fue a transmitir la entrega del Premio Nobel, a Luis Federico Leloir, en 1970 a Estocolmo y no fue con la televisión. Fue con la radio. Un revolucionario. Antonio Carrizo, en los tiempos que no había Google, saltaba a cualquier tema. Sabía, tenía información, había leído, tenía un disco rígido cargado de manera envidiable. Cuando lo veía trabajar, me di cuenta que ese era el camino. Por eso les digo a los chicos: ‘Lean, estudien, infórmense, carguen su propia memoria, que en algún momento los va a sacar de un apuro’. Hoy es todo más fácil pero apelar a la memoria enriquece la comunicación”, dice sobre sus tres referentes fundamentales.

Fernando Bravo comenzó su carrera de locutor en la TV, en 1969Noelia Marcia Guevara / AFV

-De Rivadavia pasaste a Del Plata, de ahí a Continental y ahora a Mitre. ¿Podés contar por qué?

-De Radio Del Plata me fui porque estaba desembarcando [la empresa] Electroingeniería y sabía que iba a tener un marcadísimo tono político en la programación, en tiempos de apogeo del kirchnerismo. No quería quedarme ahí y tuve la oportunidad gracias a Magdalena Ruiz Guiñazú, que sugirió mi nombre en Continental, y la radio me llamó. Puse la condición de irme con Alfredo Leuco y con Andrea Estévez Mirson, que era la locutora: los tres desembarcamos en 2009, fue un salto importante.

-Tenías el pase con Víctor Hugo Morales…

-Una época, la primera. Después tuvimos un entredicho y dejó de funcionar el pase y perdimos la relación. Lo respeto mucho, es un comunicador que sabe los mecanismos de la radio y el mejor relator de fútbol que ha pasado por la radiotelefonía.

-¿Y qué pasa en Continental? ¿Por qué tuviste que irte?

-Me voy a Mitre porque en Continental la situación se volvió insostenible, por la irresponsabilidad empresaria de los actuales licenciatarios de la radio. La gente está desesperada, angustiada, no sabe cuál será el destino y el rumbo. Hace muchos meses que no perciben sus salarios. A mí me pasaba lo mismo, al punto que en algún momento pensé que a lo mejor había llegado la hora de dejar la carrera. Tratamos de sostener el programa con mis compañeros hasta el 31 de diciembre, por respeto a los oyentes y a los anunciantes. Y, además, por la relación humana de muchos años, uno se encariña con los compañeros, los ve todos los días y padece lo que ellos padecen. En ese marco, apareció Mitre como una posibilidad laboral y la tomé.

Con Antonio Carrizo, uno de sus héroes de la radio: «En tiempos en que no había Google, él sabía de cualquier cosa», asegura Fernando Bravo Noelia Marcia Guevara / AFV

-¿Llevás tu equipo de colaboradores?

-El equipo es en un 70 por ciento el que estaba antes en el programa de Diego Leuco: Juan Bindi en Deportes, Nicolás Diana en Política y actualidad, la locutora es Mariana Martí porque Marcela Giorgi tiene otro proyecto, más el equipo de producción que conduce Marta Lamas. Por mi parte llevo a Alejandra Canosa (Espectáculos) y a Iván Steinhardt (Cine) y recupero a Roberto Moldavsky: estuvo conmigo en Continental bastantes años y creció mucho profesionalmente. Como sabía que estaba vinculado con la radio aunque no estaba haciendo nada, le pregunté si lo podíamos convocar y él se entusiasmó, así que va a estar un par de veces en la semana.

-¿Qué expectativas tenés? Tenés seguidores incondicionales…

-Sí, me dicen que se alegran mucho de que vaya a Mitre, una radio realmente seria, con una línea editorial que la gente aprueba, líder en audiencia. Mi desafío es no defraudar la expectativa y tratar de hacer mi trabajo como lo he venido haciendo durante todos estos años. El rendimiento lo veremos en los cuatro o cinco primeros meses; cómo estamos, qué hacemos, qué no hacemos, pero todo ese fenómeno se da con el andar del programa, con el conocimiento de la gente y con la relación humana que tengamos en el aire.

-Que sea una radio opositora al kirchnerismo, ¿influyó en tu decisión?

-Coincido con la línea editorial. Es un bastión muy crítico del kirchnerismo y ahora, creo que hay tanto críticas como aprobaciones a Javier Milei porque es cierto que muchas cosas en este país están cambiando, como la economía, y eso es saludable. En otras podemos no coincidir, hay cosas que hacen ruido, hay maltrato hacia la gente, a los propios funcionarios y obviamente al periodismo, muy observado por el Presidente y en los peores términos. Nos ha insultado, tratado de “ensobrados” y en esa generalidad caen todos, aunque algunos miren con mucha simpatía a Milei hasta tener una actitud genuflexa. No hace falta dar nombres. Cuando un oyente está atento sabe quién dice lo que dice y por qué lo dice.

Juan Carlos Altavista y Juan Carlos Calabró flanquean a Fernando Bravo; una escena de la TV de los años 80Noelia Marcia Guevara / AFV

-¿Y acerca de sus palabras contra la comunidad LGTBIQ+?

-A mí me parece que la igualdad ante la ley es fundamental y que cada uno puede elegir vivir como quiere. Me parece que algunas minorías fueron empoderadas con un marcadísimo criterio de rédito político y eso es lo que habría que, más o menos, observar.

-¿En qué radio, en qué programa, lo pasaste mejor?

-En todos lados lo pasé bien y cuando empezaba a pasarlo mal me fui, así que no tengo contraindicaciones. En estos últimos tiempos de Radio Continental, el mal humor era general de todos los que hacíamos la radio, en cada sector. Gente que ha tenido que salir a manejar su propio auto, con Uber, porque no le alcanza para fin de mes. Pero cuando se encendía la roja, ese mal humor se escapaba. El oyente no tiene por qué pagar las culpas. Cuando había huelga de operadores o de locutores, yo le explicaba a los oyentes que estábamos entregando una versión diferente a la acostumbrada. Es como si un cirujano fuera a operar y como no llegó el instrumentador, el personal que limpia le tiene que alcanzar el instrumental: esto pasaba en la radio.

-¿Qué pasará con tus compañeros que quedaron en Continental?

-Es muy triste, seguimos en contacto, la causa de ellos es mi causa también. Son unos profesionales extraordinarios, la radio sigue en el aire por el esfuerzo de esa gente, no porque un directivo haga algo; no va nadie. Dicen que la solución es venderla y ha habido un montón de amagues de empresarios interesados pero no llegó a nada. Me he ido con deudas muy grandes. Es muy probable que esta situación termine en el andarivel judicial, como pasará con otros compañeros, y el futuro dirá si se puedo arribar a buen puerto o no.

Fernando Bravo, un animal de radio, apasionado por la comunicaciónDIEGO SPIVACOW / AFV

-Estás identificado con la AM. ¿Hiciste FM alguna vez?

-Sí, en el año 91, en la FM de Radio Del Plata. Bienaventurados se llamaba, e iba después de un programa que tenía Marcelo Longobardi. Venía de un tiempo difícil en el Canal 9 de (Alejandro) Romay, no me sentí muy cómodo ahí y necesitaba reconstruirme en mi línea profesional. Era un programa básicamente de música, la pasé muy bien.

-¿Por qué decís que el estilo Romay no iba con vos?

-Hacía Sábados en familia y los juegos eran como una suerte de Domingos para la juventud, pero para la familia. Yo no me hallaba en ese estilo, era muy incierto, se improvisaba mucho, duró poco tiempo.

-¿Cómo te llevás con el streaming y la radio televisada?

-Una cosa es el streaming como Olga o Luzu, que son programas de televisión, y otra cosa es la radio televisada, son dos cosas distintas. Estoy en contra de la cámara, me la tengo que bancar porque todas las radios la tienen, pero creo que rompe mucho la fantasía. Un ejemplo contundente es Fernando Peña, con cámaras no habría existido. Porque Peña, cuando hacía radio, apelaba a la imaginación del oyente. Hablaban siete tipos a la vez y era él solo, era espectacular, fantasía pura. Los programas de radio deben tener intimidad por los códigos y señales que son propios del laburo como cortar, redondear, enganchar. Hace poco un oyente me preguntó qué me pasaba en la mano, por qué siempre me la rascaba (se ríe): es un gesto que le hago al operador y que el oyente no tenía por qué entender al verlo.

-¿Te ofrecieron algo para streaming o podcast?

-No, no. Son todas formas nuevas de la comunicación, producto del avance tecnológico y demás. No me interesa. No soy oyente de eso. Mi mujer escuchá algunos podcasts y me los hace escuchar, y están muy bien. Migue Granados hace muy buenos reportajes, pero yo no siento esa vibra, no tengo esa necesidad. Tengo 80 años, a esta altura de la vida no quiero más exposición que lo que ya tengo.

-Tu último programa fue La casa de América, para la mañana de América TV, en 2008. ¿Te cansaste de la tele?

-Más que cansarme, primero y principal, uno va perdiendo el paso y aparecen nuevas generaciones que van ocupando lugares. Yo debo haber conducido diez o 12 entregas de Martín Fierro, pero después hay un momento en que lo hace otra gente. No extraño la tele, y cuando la miro, no sé dónde ubicarme. Igualmente me llegó una propuesta televisiva muy interesante que rechacé por el compromiso con Mitre y que, de no haber existido, hubiera considerado. Para mí, la etapa de Telefé fue fantástica, insuperable: Cambalache, un gran programa, y Fer Play. En Azul TV, El precio justo, la primera versión. Y Alta tensión, en ElTrece, con aquellos chicos inolvidables que bailaban y que me dio también una gran popularidad.

-¿Qué te pasa cuando te ves en esas fotos con las camisas estampadas ajustadas y los pantalones pata de elefante? ¿Te reconoces ahí?

-Sí, porque hay que reconocerse en la época. Se usaba. Hoy no me lo pondría, pero hay que reconocerse. Fue una etapa hermosísima.

Fernando Bravo y Teté Coustarot con Claudia Schiffer, en la visita de la supermodelo alemana a la Argentina, en la década del 90Noelia Marcia Guevara / AFV

-Fuiste el locutor del acto de cierre de campaña de Raúl Alfonsín. ¿Eras militante radical?

-Era simpatizante y Alfonsín era una figura magnética que arrastró muchas opiniones, entre ellas la mía. La sigo sosteniendo, porque es uno de los grandes últimos políticos que ha tenido la Argentina.

-¿Te han ofrecido alguna vez algún cargo o lugar en una lista?

-No, nunca. Hubiese dicho que no. Mi lugar está en los medios. Aquel momento con Alfonsín fue porque me parecía una refundación de la democracia. Era el más capacitado para esa refundación. Y por eso lo apoyé y lo sigo venerando, lo sigo colocando en un pedestal. La economía no funcionó del modo esperado y eso lamentablemente lo terminó devaluando, pero como político fue una figura extraordinaria. Hoy gozamos de una democracia muy sana gracias a los cimientos que colocó Alfonsín, entre ellos, el juicio a las Juntas.

-Siempre decís que no sos periodista, pero pertenecés a la Academia Nacional de Periodismo.

-Yo soy locutor, no soy periodista. Tuve la enorme satisfacción de que la Academia Nacional de Periodismo que preside Joaquín Morales Solá me postulara para ocupar un sillón, que ocupo con enorme placer y me siento realmente reconocido. Como decía, a partir del programa La tarde del 80 comencé a tener opinión sobre algunos temas y a abrir un poco más mi horizonte laboral, me acerqué al periodismo. Por ejemplo, en ElTrece, con Néstor Ibarra a mediados de los 80 hicimos Con ustedes, un programa periodístico de la tarde, durante cuatro años. Venía de hacer Veinte mujeres, que también era un programa periodístico pero yo oficiaba de conductor. Todo eso me conformó un perfil de, además de locutor animador, periodístico. Que votaran por unanimidad para que yo integrara la Academia lo siento como una medalla.

Bravo por Mitre debuta en marzo, y no en febrero, debido a una operación de rodilla que hace rato debía realizarse y es parte de la preparación para la largada. A Mitre también se lleva su histórica cortina musical, cantada por Raúl Abramzon (el del hit de los 70, “Chau, chau, adiós”), pero que ahora volvió a grabarse con dos voces, la de Abramzon y la de Natalia Bravo, la hija mayor de Fernando que es cantante como su madre, Silvana Di Lorenzo.

Tengo una vida simple: dos matrimonios, tres hijos, cinco nietos”, dice Fernando. Los tres hijos, nacidos de su primer matrimonio con Di Lorenzo, son Natalia, Lucía (que vive en Bahía Blanca) y Fernando (que vive en Miami, igual que su madre). Los tres le dieron nietos: dos, Natalia (con el locutor Adrián Noriega); uno, Lucía; y dos, Fernando. Con su actual pareja, Andrea Montaldo, con quien se casó en 1997, no tuvieron hijos. Pero hay otros vínculos: como hace tiempo acompañan al hogar Fundación Juanito, la pareja soldó una relación especial con una chica adolescente, fueron padrinos de su bautismo, se reúnen a menudo y “la tratamos como una hija”.

-Casi 30 años de matrimonio, son un ejemplo de estabilidad

-La estabilidad es algo que no se compra en la esquina, se va construyendo a diario. Las dos partes tienen que ser tolerantes de los errores del otro y saber aceptarlos. En mi anterior matrimonio, que también estuve mucho tiempo pero menos que ahora, había una intensidad laboral diferente a la que tengo en estos tiempos. Silvana también trabajaba mucho y los dos hicimos lo que pudimos y como nos salió. En las relaciones humanas, cada uno va a hacer como puede las cosas y como sale.

-¿Cómo sos como abuelo?

-Y, tengo una en Bahía Blanca, dos que viven en Benavidez (partido de Tigre, norte del conurbano) y dos en los Estados Unidos, así que tengo que andar repartiéndome y viajando.

Fernando Bravo tiene cinco nietos, y «se reparte» entre Bahía Blanca, Benavidez y los Estados Unidos para verlos, cuentaNoelia Marcia Guevara / AFV

-¿Estás contento con lo que viene?

-Sí, estoy contento, tengo expectativas. Como me dijo la psicóloga Lía Lerner, mamá de Alejandro, y a quien conocí en Veinte mujeres, uno tiene la edad de los proyectos. Los proyectos revitalizan, te dan oxígeno, te ponen desafíos, te motivan. La desilusión de Continental, de no haber estado yo preparado mentalmente, hubiese sido tal vez un empujón para abandonar.

-¿Imaginás cómo sería tu vida sin la radio?

-Hoy todavía no, pero me estoy preparando para eso. Hay un señor al que visito todas las semanas.

-¿Terapia?

– Sí.

-¿Creés en Dios?

-Sí, mucho. Creo que me acompaña, lo siento presente en muchos aspectos de mi vida. Hubo, no hace mucho, un día en que sentí que Dios había estado al lado mío, que me había hecho tomar la decisión que tenía que tomar. Íbamos con Andrea por una autopista de Miami y, de pronto, a unos 10 metros, el semáforo se puso en amarillo. Acá, uno frena. Intenté frenar y algo me dijo, no frenes, seguí. Y seguí. No había visto que atrás venía un camión a una velocidad increíble. El camión pasó el semáforo mucho más en rojo de lo que yo lo pasé -lo pasé cuando empezaba- pero si yo hubiese frenado ahí, perdía la vida. Tengo presente de que Dios en ese momento me ayudó, me iluminó. Lo sentí claramente, más allá de que siento que siempre me acompaña y silenciosamente me da consejos que tomo y le agradezco todos los días.

-¿En la muerte pensás?

-A veces, no demasiado seguido, pero sé que el gran secreto de la vida es prepararse para la muerte.

-¿Te preocupa ser recordado?

-No, ya no. El olvido no me persigue. La trascendencia tampoco. Seguramente en la historia de la radio quedará mi nombre por todos los años que he trabajado. Pero no pretendo un lugar destacado. Además, con el correr del tiempo, las generaciones se van olvidando.

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