La reciente llegada de ciudadanos iraníes a Venezuela, algunos de los cuales han intentado ingresar a Colombia con pasaportes falsificados, ha encendido las alarmas en América Latina, no solo por la cuestión migratoria, sino por las implicaciones geopolíticas que podrían estar detrás de este fenómeno.
Las autoridades colombianas, especialmente Migración Colombia, han estado en máxima alerta debido a la detección de pasaportes griegos fraudulentos en manos de iraníes que intentaban viajar desde Venezuela hacia otros destinos en Centroamérica, como Cancún.
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En este contexto, el caso más reciente tuvo lugar el 9 de enero de 2025, cuando tres ciudadanos iraníes fueron detenidos en el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá tras intentar abordar un vuelo a Cancún con documentos falsificados. Los iraníes, provenientes de Brasil, fueron devueltos a ese país, lo que refleja el creciente tráfico de documentos fraudulentos en la región.
Sin embargo, este incidente no es aislado. En Cúcuta, una ciudad fronteriza con Venezuela, las autoridades detuvieron a dos ciudadanos iraníes, tras descubrir que habían presentado documentación fraudulenta. Según la información oficial, los individuos arribaron al país desde Venezuela el 8 de enero, pero durante la revisión de sus documentos, las autoridades detectaron inconsistencias en sus pasaportes al compararlos con los registros migratorios. Ante esta situación, se determinó su inadmisión y fueron devueltos al territorio venezolano como una medida preventiva.
En otro caso similar ocurrido en la misma ciudad, una mujer de nacionalidad iraní fue aprehendida al intentar ingresar al país sin cumplir los requisitos migratorios establecidos. Las autoridades señalaron que su pasaporte presentaba irregularidades y que no fue posible confirmar su historial migratorio. La detención tuvo lugar en el Aeropuerto Internacional Camilo Daza, desde donde se ejecutó posteriormente su expulsión.
Según fuentes de inteligencia consultadas por El Tiempo, la llegada de ciudadanos iraníes a Venezuela no es solo un fenómeno migratorio. “Esta alianza entre Irán y Venezuela va más allá de lo económico: busca establecer una plataforma geopolítica y operativa para desestabilizar la región. El régimen chavista no solo abrió sus puertas a operadores iraníes, sino que permitió que la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) y Hezbolá establecieran bases de operaciones en el país”.
Y es que el vínculo entre Irán y Venezuela, fortalecido en los últimos años, va más allá de la cooperación económica y comercial. La fuente consultada por el medio ya citado, también reveló que el régimen chavista permitió la instalación de campamentos de Hezbolá, así como centros de comunicación y comando en diversas ciudades venezolanas, incluyendo Caracas y Maracay.
Estos centros, según el informante, no solo funcionan como bases de entrenamiento, sino como puntos estratégicos para coordinar actividades operacionales en la región. Desde este punto estratégico, aseguró, “los iraníes han desarrollado un programa de formación dirigido a ciudadanos venezolanos, pero también a personas de otras nacionalidades, quienes luego son enviados a Irán para recibir formación avanzada en técnicas de combate”.
De ser así, a través de estos programas, Irán tendría pensado convertir a Venezuela en un “laboratorio de operaciones”, que no solo estarían diseñadas para reforzar la presencia iraní en Venezuela, sino que también podrían estar vinculadas a la expansión de la influencia de Hezbolá en América Latina; el grupo terrorista, considerado como tal por varios países, incluyendo Estados Unidos, y que ha sido señalado como un actor clave en la cooperación con el régimen de Maduro.
La situación es aún más alarmante al considerar que en 2019, Irán ofreció a Nicolás Maduro el apoyo de soldados de la Guardia Revolucionaria Islámica para reforzar su régimen. Esta colaboración incluyó, además, la formación de fuerzas de seguridad venezolanas y el suministro de tecnología militar avanzada. Además, a comienzos de enero de 2025, Infobae conoció que funcionarios de alto rango de Irán adquirieron propiedades en territorio venezolano, mientras que Caracas ofreció asilo político a miembros de la élite iraní en caso de una crisis interna en su país.
Por otro lado, el componente militar de esta alianza se ha visto reflejado en la colaboración tecnológica entre ambos países. En noviembre de 2024, Venezuela e Irán firmaron un acuerdo de cooperación para el desarrollo de centros de datos y la formación en inteligencia artificial, lo que resalta el avance de la tecnología militar en manos venezolanas. A través de esta cooperación, Irán ha proporcionado a Venezuela drones de última generación, como el ANSU-100 (Mohajer-2) y el ANSU-600 (Mohajer-6), que se utilizan para misiones de ataque y reconocimiento. Esta tecnología tiene un potencial estratégico significativo, no solo para Venezuela, sino para cualquier actor que se alinee con la política iraní en la región.
La exportación de esta tecnología podría tener un impacto serio en la geopolítica de América Latina. Los drones, equipados con sistemas de armas de precisión, pueden ser utilizados en misiones ofensivas y de vigilancia, y en manos equivocadas, podrían desestabilizar aún más las naciones vecinas. A través de la Fuerza Quds, la unidad de élite de la Guardia Revolucionaria Islámica, Irán ha intensificado su presencia en Venezuela desde 2020, lo que indica una voluntad de operar en América Latina de manera más abierta y con una agenda de largo plazo.
La preocupación de las autoridades migratorias y de inteligencia no es infundada. La llegada de iraníes a Venezuela, especialmente aquellos que intentan cruzar la frontera colombiana con documentos falsificados, podría ser una de las primeras señales de un plan más amplio para infiltrarse, abriendo nuevas posibilidades para la expansión de actividades ilegales y terroristas en el continente.