sábado, 23 noviembre, 2024
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La justicia social es insoslayable

–El dato de hoy es que la pobreza subió al 52,9% en el primer semestre del año y alcanzó a 24,9 millones de personas en todo el país.

–La cifra del 52,9% de pobreza que nos anunció el Indec viene a confirmar muchos de los indicadores que ya nos ofrecía la misma realidad. Más gente acercándose a Cáritas, más gente dando cuenta de su necesidad de una ayuda para un medicamento o para una determinada situación familiar, más jubilados que no alcanzan a autosustentarse y necesitan que los ayuden sus hijos. Estamos en un momento de máxima crudeza en los datos… pero no son números, son personas. Detrás de esos números se esconde el deterioro de muchas situaciones y también la hipocresía con que a veces se dice que se está mejor cuando, en realidad, se trata de otros índices, de otros números que no tienen que ver con la realidad de la gente.

–Frente a esto ¿qué dice la Iglesia, qué dicen los obispos?

–Cómo Iglesia y frente a esta situación tenemos que reforzar nuestra participación en el acompañamiento de estos hermanos y también seguir insistiendo en la búsqueda de salidas más creativas de parte de las instituciones para que no se quede la gente sin la atención más indispensable.

–¿Qué son salidas creativas?

–Me refiero a que no se puede seguir dejando a la gente sin respuesta o generar falsas expectativas, Hay que buscar soluciones para esas carencias, hay que buscar otras formas de salida de la pobreza.

–Ante los movimientos populares Francisco volvió a insistir en la idea de la “justicia social” opuesta a la “cultura del descarte”. ¿Con quienes y de qué manera se construye la justicia social?

–Los movimientos sociales constituyen una referencia importante del mensaje del Papa. A ellos les habla y les hace notar la importancia de su misión de convocar, contener, alentar, sostener la esperanza de los pobres muchas veces sin otras referencias ni contenciones sociales. La organización de los pobres y su capacidad de animar una esperanza nueva es fuerza y esperanza de la Iglesia. De ellos se ocupa el Papa al referirse a la importancia de la justicia social, como una respuesta imprescindible de la sociedad al drama de la pobreza y la exclusión, como un punto insoslayable de cualquier programa de gobierno que pretenda el bien de su pueblo. Cáritas, la Pastoral social de las diócesis, las pastorales específicas que afrontan la exclusión de distintos modos (adicciones, situación de calle, enfermedad, privación de libertad, trata y explotación) pueden ayudar, ofrecer elementos, animar concretamente en los lugares de servicio a estos sectores que le pelean duro a la marginación y a la invisibilización. Los pobres no son un índice, no son un rubro estadístico, son personas….

–En pocos días más usted será protagonista de una nueva etapa del “Sínodo de la sinodalidad”. ¿Cómo traducir para una audiencia no católica qué significa ese acontecimiento?

–El Sínodo es un acontecimiento eclesial. En el caso del Sínodo de Obispos, asegura un tiempo de reflexión sobre un tema o un conjunto de temas que preocupan a toda la Iglesia. En este Sínodo, esa reflexión alcanza al mismo modo de ser de la Iglesia que hoy  se deja interpelar sobre su modo de vivir su misión y de responder a las exigencias de la realidad.

–Si me permite ¿es como una asamblea, un parlamento?

–El Papa insiste con mucha claridad en que no es una suerte de “parlamento” eclesial, sino que la Iglesia se pone a la escucha de Dios que se expresa de tantos modos a sus miembros, a sus pastores y fieles, para indicarles nuevos caminos, para confirmarlos en sus búsquedas, para ayudarlos a superar errores y omisiones. Esta escucha para los creyentes tiene que ver con dejarse confrontar por la Palabra de Dios (la Biblia) y por la realidad, y se manifiesta sobre todo en los diálogos auténticos que se proponen y que buscan hacer presentes todas las voces.

–Para usted, ¿cuál es la “novedad” de la Iglesia Católica hoy?

–El descubrimiento de lo sinodal, no como un acontecimiento episódico, sino como un ejercicio de un modo de ser Iglesia, donde todos cuentan y cada voz aporta a la riqueza del conjunto, del todo.

–¿Podría decirse que la Iglesia está saliendo al encuentro de las y los que se alejaron?

–Hay una búsqueda permanente de salir a esas periferias existenciales cuyas ausencias interpelan a la Iglesia. La presencia en el mundo digital, por ejemplo, con numerosos comunicadores jóvenes, curas y laicos, son una expresión de ese abordaje de nuevos espacios de expresión y difusión del pensamiento y la visión de la Iglesia; la llamada a acompañar de una manera concreta y permanente a migrantes y víctimas de trata, personas en situación de calle y bajo la dependencia de las adicciones, matrimonios jóvenes en situaciones de dificultad…

–¿Qué se puede esperar de la asamblea sinodal en Roma?

–La ratificación de este modo de ser Iglesia y de esta búsqueda de servir incondicionalmente a todos los hombres y salir al encuentro de esas periferias existenciales que son esos sectores de la humanidad que la cultura actual y la política, descartan o invisibilizan.

–Una institución piramidal y jerárquica como la Iglesia Católica, ¿es más participativa hoy?

–Al Papa le gusta hablar de “pirámide invertida” para destacar que a la cabeza está el pueblo de Dios, y por debajo, el vértice, con el Papa y el colegio episcopal, está al servicio de aquél. Hay muchos espacios de participación que desbordan y enriquecen las convocatorias formales. Hay numerosas instancias misioneras de la Iglesia, que expresan su vitalidad y su dinamismo evangelizador, que cuentan con la participación de numerosos laicos.

–Los sectores más conservadores de la Iglesia resisten los cambios. Hay quienes enfrentan directamente al Papa.

–Si bien hay una presencia de sectores que resisten la conversión pastoral de la Iglesia y focalizan en Francisco sus críticas, de parte del Papa hay un alentar a que estas miradas se manifiesten, se discutan, se confronten. De hecho, en el Sínodo ha querido invitar inclusive a cardenales que lo han enfrentado públicamente. Para la Iglesia es necesario asegurar esos espacios que permitan conocer esas otras miradas. Lo que no es aceptable es la descalificación del Papa o del camino eclesial emprendido, porque no les gusta o no los quieren. Hay una reflexión eclesial, un proceso de renovación de criterios y estructuras, que ha venido para quedarse en la Iglesia. Se trata de una Iglesia en salida, samaritana, fraternal, disponible al diálogo con todos y abierta a los desafíos de la historia humana, sin temor a pegarse porrazos y volver a empezar de la mano de su Dios.

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