La nueva argentina parece imponerse con la llegada de los libertarios al poder, con un considerable apoyo popular que por ahora resiste las miserias que arrojan los índices sociales y de actividad económica, incluso cuando sendos informes de Unicef y la UCA mostraron la peor cara de la degradación: casi 55% de pobres y más de un millón de pibes que se van a dormir sin la última comida del día.
Buena parte de esa supuesta esperanza que sigue generando Javier Milei no respondería precisamente a los menguados éxitos que puede mostrar la gestión, con la baja de la inflación en lo más alto de la tabla. El mayor ejemplo de una administración que no logra levantar la palanca del freno de mano, es que en los ocho meses que lleva al mando del país, el Presidente tuvo que echar a 42 funcionarios. Y hay muchos otros, entre ellos al menos un ministro, se ven más afuera del Gobierno que comprometidos con su futuro.
Los capítulos diarios de la pornopolítica (como el periodista Pablo Vaca lo llamó en su columna de Clarín), con Alberto Fernández y su harem de visitantes como protagonistas, aparentan ser demoledores para la oposición perokirchnerista.
Perseverante y preocupada como quizás nunca antes, Cristina Kirchner intenta chapotear en el lodo de sus reiteradas defraudaciones políticas, con derrotas en seis de las últimas siete elecciones. Bordea lo canallesco al victimizarse como una mujer maltratada, dispuesta a surfear sobre la ola de golpes y maltratos que denuncia Fabiola Yañez. Lo dijo abiertamente, a través de su elegida para reemplazar a Axel Kicillof en la gobernación, Mayra Mendoza. La excusa, claro, es el repudiable intento de magnicidio, que según la Justicia fue ideado, financiado y perpetrado por lúmpenes ordinarios y desempleados que alquilaban piezas en el GBA.
La ex presidenta busca desesperada recobrar algo de centralidad. Como pasa con todos y todas, el poder es imposible de mantener desde el olvido. También pretende evitar el naufragio de su séquito para la liberación, tripulantes ya canosos de una Cámpora reñida con la empatía social. La tómbola de desgracias también afecta a los poderosos intendentes del Gran Buenos Aires y gobernadores peronistas. Nadie sabe bien cómo reaccionar al goteo de escándalos de Alberto Fernández, hasta la semana pasada, presidente del Partido Justicialista.
Ávidos del liquid paper, Cristina y Máximo habrían asumido lo indeleble de muchas de sus manchas. Amado Boudou, Lázaro Báez, los josés López y Alperovich, Fernando Espinoza y Martín Insaurralde son sólo algunos de los tatuajes que nunca se borrarán.
«La doctora (por Cristina) comprende lo embarrado que está el proyecto nac & pop que pergeñó su marido y que ella intentó extender herrando a la militancia con su propia marca que poco tiene que ver con la de Néstor. Los yerros en cadena, que arrancó con ella misma como candidata a Senadora, y luego con Daniel Scioli, Alberto Fernández y Sergio Massa es demasiado para cualquiera. Trascartón, ahora nos quiere mete a Lousteau«, reflexiona con voz quejosa, un intendente con más incidencia en el PJ bonaerense, ante Clarín y otro jefe comunal con mucho fichaje en el Instituto Patria.
Un senador que responde a uno de los gobernadores peronistas que se quejan por el caos y la falta de conducción de su partido, también despotrica: «Ahora Cristina y Maxi quieren que nos fumemos a este flaco (por Lousteau). Una cosa de locos. Qué querés que te diga, tarde o temprano esto implosiona. Como decía Duhalde, estamos condenados, pero a seguir perdiendo elecciones».
Madre e hijo Kirchner y Martín Lousteau se hablan y ven más de lo que se conoce y sabe. «Son tiempos complicados. Hay que sumar lo que se pueda a un tren que se queda sin leña. No es tiempo de andar pidiendo visa ni pedigree. SI este loco (por Milei) logra repuntar algo la microeconmía, es decir, el bolsillo de la gente, se queda hasta cuando quiera«, reconoce un legislador camporista bonaerense.
Los que dicen saber, mas o menos, lo que pasa en la mesa ratona kirchnerista aseguran que el ping pong entre Máximo y Lousteau arrancó a principios de año, de la mano del también senador Wado de Pedro. «Martín y Wado, se visitan frecuentemente en sus despachos. Acá le decimos los nuevos viejos mejores amigos«, bromea un asesor de bancada que se ufana de reconocer el rechinido que ocasionan las pisadas en la vieja madera de los pasillos de la Cámara Alta.
El acuerdo entre los K y Lousteau para que el presidente del Radicalismo también presida la estratégica Comisión Bicameral de Control (que manosea pero nunca controla) el espionaje oficial representaría un eslabón más del ensayo que impulsan buscan ambos sectores: que el perokirchnerismo y el radicalismo «progre» confluyan en un frente anti Milei.
Un senador, «radical de Alfonsín, pero de Raúl y lejos de Ricardito», aclara, comparte su parecer con este diario: «Lo que hace Martín con los Kirchner es construir poder desde un lugar magullado y sin poder. No está ahora pensando en votos. Martín, igual que Cristina, apuestan a que Milei fracase. En ese plan, y sin alternativas potables en la oposición, cree que puede surgir como la opción menos mala, canchera y con cierto sustento académico en economía que es lo que estaría pidiendo buena parte de los jóvenes, incluso entre los libertarios».
La prueba de la sociedad K con la máxima autoridad de la UCR fue exitosa: la marcha universitaria, La Cámpora y el mecenas de Lousteau, Emiliano Yacobitti, acordaron hasta el último detalle cómo mostrarse en la manifestación que terminó siendo tan masiva que ocasionó, quizás, el mayor bollo en la coraza mileista.
Incluso, De Pedro, Lousteau, Máximo y Yacobitti ya habrían planteado volver a salir juntos a la calle, siempre con la bandera de la defensa de las políticas universitarias gratuitas y publicas.
«Las violencia y aventuras de Alberto obligó a postergar todo. Miralo a Sergio (por Massa), que no puede ni asomar la cabeza. La nueva marcha ya está acordada, le faltaba poner fecha. Ahora, con estos escándalos, no podemos salir a la calle. Pero ni bien baje la espuma, la haremos», señala uno de los consejeros superiores que Franja Morada tienen en la UBA, espacio estudiantil con mucho presupuesto para hacer política que maneja más de la mitad de las 13 facultades.
Entre las llamadas recientes y cotidianas del celular de Cristina y el de Mariano, su secretario privado, no figuraría sólo el de Lousteau. Hay quienes aseguran que la ex mandataria también tendría un dinámico peloteo con varios ex soldados suyos que hoy cantan en el coro que dirige Miguel Pichetto, aunque el ex jefe del senadores del kirchnerismo sufre de picazón cada vez que lo nombran cerca de Cristina.
«Miguel está abocado para lograr que no se desarme su bloque, que mal o bien logró inclinar parte de la balanza en las leyes que llegan a Diputados. Si trasciende que habla o negocia con Cristina, cosa que no me consta, espantará a varios de esos legisladores que pretende conservar», dice uno de lo que supo participar en ese mismo espacio en la Legislatura.