PARIS.- “¡Es un sentimiento, no puedo paraaaar!” El hit irrumpió con fuerza en esa pasarela improvisada que armaron familiares y amigos justo detrás del estadio de hockey Yves-du-Manoir. Aquel fue siempre el punto de recibimiento para las chicas, en medio de guardias franceses incrédulos por tanta pasión. Después de sufrir en la cancha, vaya si valió la pena: afloró la garra y ese amor propio para sacar adelante un partido complicadísimo ante Bélgica, que se definió solo en los penales (3-1), después de la igualdad 2-2. ¿De quiénes se habla? No necesitan carta de presentación: son las Leonas, las que siempre están, las que buscan su presa con uñas y dientes. Las que jamás retroceden ni se rinden. La ambición deportiva está inoculado en su ADN. Y cuando toca atender el reto del olimpismo, allí se anotan con otro presente. Un orgullo nacional.
Todo fue una gran celebración en continuado, un carnaval celeste y blanco en medio de una masiva presencia belga. Aquella recepción de los seres queridos al plantel fue lo que prosiguió al festejo infinito de las jugadoras. Porque allí dentro del sintético, entre abrazos, besos, felicitaciones y más de una lágrima, el plantel descargó tensiones y sintió el alivio después de aquel golpazo ante Países Bajos que frustró la chance del oro. El jueves hubo que reprocesar y este viernes se produjo el estallido, entre las atajadas de Cristina “China” Cosentino y el penal definitorio de Sofía Cairo, una de las más jóvenes, que tuvo el temple necesario para asegurar la medalla de bronce.
No existe en la historia del deporte argentino, hacen natural lo que no es, aun en condiciones muchas veces paupérrimas: seis medallas en los últimos siete Juegos Olímpicos. Un legado que proyecta de generación en generación. Que se alimenta con la experiencia de las grandes y la irreverencia de las chicas. La leyenda continúa, desde aquel equipo que generó un boom con la medalla de plata en Sydney 2000. ¿Hay futuro? Por supuesto Pero las condiciones de infraestructura son cada vez más deficientes, un punto que tocaron las chicas al rememorar esta última batalla en París.
La medalla de bronce olímpica en París es la confirmación de la Argentina dentro de lo más selecto de la elite del hockey femenino internacional, con figuraciones en seis semifinales en últimos siete Juegos olímpicos, con excepción de Río 2016 Un protagonismo compartido con Países Bajos, casi siempre un escalón más arriba gracias a una imparable usina de jugadoras, bajo una infraestructura en donde no existen faltantes: canchas de óptima de calidad, la mejor liga del mundo y materiales (pelotas) para desarrollarse de la mejor manera. En cambio, nuestras jugadoras penan por una inutilizada cancha del Cenard y un sintético del Ciudad de Buenos Aires que tampoco está a la altura de esta selección.
Bélgica era en los papeles un rival de mucho cuidado: el N° 3 del ranking mundial había comenzado a toda marcha en los Juegos, con tres victorias consecutivas. Llegó a complicar seriamente a Argentina a partir del gol de Emma Pruvez. El equipo de Fernando Ferrara lo dio vuelta con los tantos de Agustina Gorzelany y Agustina Albertario, para después padecer el empate 2-2 de Justine Rasir. Al final, prevaleció Argentina en los penales, el mismo desenlace del encuentro de cuartos de final ante Alemania. Con lo justo, después de no haber jugado nada bien. Pero con el temperamento de entender cómo lidiar con las situaciones límite del juego.
¿Qué será de las Leonas pensando en Los Ángeles 2028? La capitana Rocío Sánchez Moccia había anticipado que ésta sería su última excursión olímpica, con 36 años recién cumplidos. Una experiencia que guardará siempre en su corazón, sobre todo por el hecho de haber sido la abanderada de la delegación argentina en la fiesta de apertura en las aguas del río Sena. Además, por una cuestión de edad, se trató de las despedidas de los cinco anillos para la capitana Victoria Sauze (33), Pilar Campoy (33), mientras que estará bastante al límite Agustina Albertario (31), que ya dijo que no descarta proyectarse a los próximos Juegos, más allá de que –lógicamente- cada jugadora está sujeta a la evaluación de rendimiento de los entrenadores de turno. María José Granatto (29), que debutó en el olimpismo en Río 2016, con apenas 21, ya dijo que tiene ganas de seguir.
Luego aparecen las nacidas entre 1996 y 1997, que merodean los 26 y 28 años, que tienen margen para jugarse un último lance olímpico como treintañeras y han sido valiosas para los últimos cuerpos técnicos, como Agustina Gorzelany, Eugenia Trinchinetti y Sofía Toccalino. En este lote generacional aparece Cristina Cosentino, que esperó su oportunidad después del largo reinado de Belén Succi en el arco y ya se erige como una nueva líder, gracias a su personalidad y seguridad. Sin dudas que estos Juegos han sido un espaldarazo para la carrera de la “China”, una gran inyección de confianza.
A fuerza de goles, personalidad y peso específico dentro del grupo, Julieta Jankunas desembarcará en Los Ángeles con la madurez de sus 29 años. La cordobesa se perfila como otra de las referentes. Y tras la rubia delantera, una camada más joven, que significará la base para la cita en la ciudad del oeste de los Estados Unidos: la salteña Valentina Raposo (hoy con 21), Sofía Cairo (21), Lara Casas (20), Juana Castellaro (19) y Zoe Díaz de Armas (18). Por supuesto que a lo largo del próximo ciclo olímpico se irán sumando varias jugadoras del junior; usualmente, las que más se destacan del Mundial de la categoría pegan el salto a la mayor. También, una vara puede ser una revelación o confirmación en el año previo, en los Juegos Panamericanos Lima 2027. Y en las Leonas nunca se descarta a alguna jugadora que pasó por ciclos anteriores y de repente es “rescatada” para un último baile.
Las Leonas suman así la tercera medalla para la delegación argentina, después del oro de José “Maligno” Torres en BMX Freestyle y la plata de Mateo Majdalani y Eugenia Bosco en el Nacra 17 de yachting. Un regreso al podio como sucede desde hace 24 años. Y después de haber luchado para sobreponerse a todo: a la exigencia de las rivales y a las deudas internas de una estructura deficiente, que no está a tono con el equipo N° 2 del mundo.