sábado, 30 noviembre, 2024
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Máximo Thomsen: «Nunca quise que esto pasara»

«Podemos ser buenos o malos pero nunca quisimos que esto pasara. Nadie es quien para quitarle la vida a otra persona. Y no soy un asesino» dijo Máximo Thomsen entre sollozos durante una entrevista periodística que fue televisada.

En esa entrevista –que tendrá una segunda parte este miércoles– el rugbier de 24 años contó, desde su punto de vista, lo ocurrido el 18 de enero de 2020 dentro y fuera del boliche Le Brique durante una pelea que terminó con la vida de Báez Sosa, de 18 años. Además, lloró frente a cámara, acusó a compañeros y hasta dijo que reza por la víctima.

Thomsen confesó que cada noche, en el pabellón de la Alcaidía de Melchor Romero, reza por la memoria de Fernando. Además, pidió perdón por sus acciones y solicitó a la Justicia que no lo culpe por actos que, según él, fueron cometidos por otros.

«Si salías al boliche, era normal que hubiera pelas con baldosas, con botellas, con armas. Yo me he peleado, sí. No estoy orgulloso, es algo que traté con un psicólogo. O aprendés o te pasan por arriba», dijo en un tramo. Y agregó»Nunca se me cruzó que pudiera matar a alguien. Yo veía las peleas y era chocante. Era llamativo, uno cree que necesita algo para terminar con la vida de alguien. Con las manos, con el cuerpo, no se puede llegar a cierto extremo», agregó.

La entrevista comenzó con el joven contando que estudió en Zárate: «Jugaba al rugby en el Club Atlético San Isidro, entrenaba dos veces por semana. Había arranacado el profesorado de Educación Física. En el verano no entrenaba ni cursaba, trabajaba con mi papá haciendo riegos».

«La violencia en el rugby es cero. La violencia siempre trae más violencia«, afirmó.

Contó que con sus amigos fue a Villa Gesell de vacaciones. «Yo no consumo drogas pero tomaba mucho alcohol. No lo hacia seguido pero cuando lo hacía, era en exceso. Ahora no lo hago pero en ese momento, sentía que me divertía así. Para salir, la necesidad era algo para poder soltarme», continuó.

Era frecuente «tomar alcohol en la playa y luego, salir», dijo.

«La primera noche, nos juntamos con unas chicas de Zárate y no pudimos salir y nos quedamos en la casa. A las cinco o seis, nos emborrachamos y nos fuimos a dormir.Al otro día, nos levantamos a las dos de la tarde. Comimos unos panchos y nos fuimos a la playa del centro. En la heladerita llevamos seis botellas de Fernet y cuatro botellas de vodka Smirnoff. A las siete, decidimos ir a comprar las entradas y ya estábamos borrachos», relató sobre el día donde ocurrió el asesinato.

«Cuando compro las entradas, mandé un mensaje al grupo, fui a la casa. Habíamos hecho fideos con tuco y nos pusimos a comer. Habíamos hablado con unas chicas de Zárate para la previa. Llegué borracho a Le Brique«, relató.

En cuanto a la noche fatal, contó: «Yo me acuerdo que estaba de espaldas a la pista, agarrado a la pista, alguien se me había caído encima. Era Matías (Benicelli), que se había agarrado la cara. Y me dijo que le habían pegado. Un seguridad lo agarró del cuello y le dije que por favor lo baje. Después supe que Fernando Báez Sosa le había pegado porque Matías lo estaba separando de otra persona que nunca vi. Se ve que cuando lo quiso separar, le puso una mano en el pecho y Fernando  se enojó. Dijeron que nos peleamos en el boliche pero yo nunca peleé en el boliche». 

«Yo no tuve ni contacto visual con Fernando», aseguró y cuando el periodista le dijo que todo eso que contaba no coincidía ni con el temperamento de Fernando ni con lo que habían dicho los testigos, calló.

«Me sacaron del boliche, me estaban asfixiando los de seguridad, me pegaron en las costillas y en la cabeza», dijo sobre el momento donde fue echado de la discoteca. «Mis amigos se agarraron a las piñas con otros amigos, es la pelea que filma Lucas», agregó.

«Después nos reunimos. Entonces me dicen ‘ya fue, vamos’. Entonces escucho a uno que dice ‘es ese y un amigo se mete en una ronda de ocho personas. Porque el pibe estaba haciendo burla, era Fernando», aseguró.

«¿Quién pega la primera piña?», pregunta el periodista. «Enzo (Comelli)», responde. Le pega porque Fernando le había pegado a Matías». 

«Yo empecé a pegar patadas al aire. Después me enteré que le había pegado a Fernando. Es algo que pasó. No me voy a esconder. Quise contar todo pero no me dieron oportunidad. Siempre nos decían que no, que era contraproducente. Yo quería contar que había sido partícipe pero que no tenía intención de que pasara esto», se justificó.

Además, se corrió del lugar de líder de la pelea. Dijo que adentro del boliche, él no había participado de ninguna riña y que afuera, se metió porque veía que a sus amigos le estaban pegando.

«Yo no tiré a Fernando contra el piso. Yo ni sabía quién era él Sí sabía que me estaba metiendo en una pelea. En mi cabeza pasaba eso», agregó, reconociendo su estado de ebriedad. 

«Yo entré pateando. Cuando vi en el juicio mi zapatilla dije que era mía», siguió relatando en relación a la pericia que indicó que le había pegado en la cara a Fernando con su zapatilla. 

«Yo estuve ahí, participé, sí, le pegué, pero nunca quise que esto termine así», adujo. Sin embargo, negó haberle pegado a Fernando en la cabeza: «Fue Ciro (Pertossi) pero esa patada no llegó a impactar. No era yo, claramente».

«No estábamos festejando cuando nos fuimos, como se dijo. Nadie se representó el resultado, no estaba en la idea de ninguno. Yo me fui serio porque solo habíamos estado 20 minutos en el boliche y tenía bronca», explicó.

«Al otro día, en un allanamiento, nos tiraron al piso y nos preguntaban si sabíamos qué había pasado. Y no teníamos idea. Entendí lo que había pasado esa noche, cuando empecé a vivir una pesadilla», sostuvo. 

«Que nos culpen por lo que pasó, no por lo que dicen que pasó», remarcó.

Sobre sus sentimientos presentes dijo: «Es difícil. Tengo un cargo de conciencia importante. Es una persona como nosotros. Cargar con la conciencia… fue culpa de nosotros, mía… pero nadie quiso que esto pasara«. 

«No me siento asesino. Es una palabra muy fuerte. Que te comparen con gente que mata por mata por matar, acá adentro (por la cárcel) cae gente que no siente culpa y a los dos años sale», continuó.

«Si pudiera, volvería el tiempo atrás para que nadie pierda una vida. Es lo único que quisiera«, dijo finalmente.

El joven se convirtió en el primero de los ocho acusados por el crimen de Fernando Báez Sosa en quebrar el pacto de silencio existente entre los jóvenes. Aunque guardó silencio durante cuatro años por recomendación de su exabogado, Hugo Tomei, ahora busca una nueva estrategia de defensa que le permita salir de prisión antes. Parte de esta estrategia consiste en hacer pública su versión de los hechos.

Tras conocerse el avance de la nota se supo que Máximo Thomsen se sintió “descargado” y agregó: “Me desahogué mucho, hace cuatro años que esperaba este momento”.

Después de que la Cámara de Casación ratificara en marzo las penas para los ocho acusados por el asesinato de Báez Sosa, Máximo Thomsen eligió a Francisco Oneto, ex candidato a vicegobernador bonaerense por La Libertad Avanza como su nuevo abogado con la esperanza de revertir su condena a prisión perpetua.

Las nuevas estrategias de Thomsen y Benicelli, con abogados diferentes, coinciden en un punto: criticar el trabajo de su letrado anterior, Hugo Tomei, que los habría dejado en un estado de «indefensión» judicial al privilegiar la estrategia unificada por sobre los roles individuales. 

El pacto de silencio no se quebró cuando los jueces del TOC N°1 condenaron en febrero de 2023 a Thomsen, Matías Benicelli, Enzo Comelli y Luciano y Ciro Pertossi a prisión perpetua por homicidio agravado por premeditación y alevosía, y a Ayrton Viollaz, Lucas Pertossi y Blas Cinalli a quince años de prisión como partícipes secundarios de ese crimen. 

Tampoco se rompió durante el período de presentación de recursos en Casación, en los que Tomei volvío a pedir la nulidad del juicio o la reducción de las penas por la aplicación de la figura del «homicidio en riña«, con condenas mucho menores. Ocurrió, en cambio, cuando Casación rechazó esos planteos para ratificar las penas tal como están. Sucede que el espacio de los acusados para revertir sus destinos se achica cada vez más.

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