Científicos de la Universidad de Florida realizaron un avance significativo en el combate contra el glioblastoma, un tumor agresivo y letal que se desarrolla en el cerebro. Diseñaron una vacuna de ARN mensajero –similar a plataformas como las de Pfizer y Moderna empleadas para coronavirus– y la probaron con éxito en cuatro pacientes adultos.
En los ensayos realizados, la tecnología logró estimular el sistema inmunitario y este combatió con mayor éxito al cáncer. Si habitualmente los individuos tienen una sobrevida de 15 meses en promedio, tras la aplicación ese lapso se incrementó en un 50 por ciento. Bajo esta premisa, representa una buena noticia en el camino de complementar las terapias actuales basadas en radio/quimioterapia y cirugías. En paralelo a estos resultados difundidos en la revista Cell, con el propósito de seguir evaluando seguridad y eficacia, se ampliarán los exámenes a 24 adultos más y 25 voluntarios en edad pediátrica.
Esta vacuna, que en el pasado fue probada en perros (en 10 individuos que no tenían otras opciones de tratamiento y vivieron 139 días más de lo esperado) y en ratones (mediante exámenes preclínicos), fue ensayada por primera vez con éxito en humanos. Pero hay que ser cautelosos porque los frenos están a la vista: la muestra es demasiado pequeña. De aquí, la necesidad imperiosa de ampliar la investigación a más adultos y pacientes infantiles. En este último caso, el equipo de la Universidad de Florida se asociará con Pediatric Neuro-Oncology, un consorcio que facilitará el envío del tratamiento a hospitales infantiles de EEUU.
“Es una excelente noticia porque aparecen nuevas alternativas de tratamiento a tumores cerebrales, que son extremadamente agresivos y para los cuales hay muy pocas opciones disponibles. Hay resultados muy interesantes en laboratorio y empiezan a aparecer las primeras exploraciones de ensayos clínicos con pacientes”, dice a Página 12 Daniel Alonso, docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y el Conicet. Luego continúa: “Falta muchísimo recorrido de investigaciones y ensayos todavía para poder confirmar esta novedad terapéutica, pero los datos son alentadores”.
El avance conseguido por el equipo de la Universidad de Florida forma parte de lo que la comunidad científica define como “inmunoterapia activa”, esto es, fórmulas que no atacan directamente al tumor, sino que estimulan al sistema de defensas del organismo para que lo haga por su cuenta. En resumen, que lo identifique y luego lo elimine. Parece un mecanismo simple, pero no lo es. De hecho, en los cuadros más complejos de la enfermedad, el cáncer logra progresar de tal manera porque el cuerpo no lo reporta como un problema a resolver.
Una tecnología personalizada
La metodología de ARN mensajero empleada durante la pandemia abrió un innumerable abanico de opciones. Tecnología médicas que, aunque ya se estaban utilizando, ganaron popularidad gracias a su desempeño durante el coronavirus. Así lo refiere Alonso: “Es una plataforma muy similar a la utilizada en algunas vacunas estrenadas con la covid. Permiten el desarrollo de una secuencia personalizada, dirigida a casos particulares de tumores. Al inyectarse, se logra que se expresen ciertos elementos de células tumorales y de su microambiente, con el objetivo de que se despierte una respuesta inmunológica que lo ataque”.
Además de la tecnología de ARN mensajero, emplea nanopartículas con células tumorales del propio paciente que se inyectan por vía intravenosa. Así es como la medicina de precisión da lugar a fórmulas específicas y los laboratorios tomaron nota desde hace décadas. Si cada organismo es un mundo, las soluciones deben adaptarse a la heterogeneidad infinita que presentan los sistemas inmunitarios únicos de cada individuo.
“Es un abordaje que se incluye en lo que se denomina inmunoterapia, esto es, restablecer y redireccionar la inmunidad del paciente contra los tumores agresivos. Hay que recordar que muchos de ellos logran enmascararse frente al sistema inmune y en paralelo activan mecanismos que bloquean las defensas. Así es como, a menudo, se vuelven invisibles al reconocimiento”. Esta metodología, precisamente, pretende “reactivar esas teclas de la inmunidad” para que nuevamente pueda combatir al tumor. El equipo que Alonso lidera desde la Unidad Traslacional del Centro Oncología de la UNQ realiza esfuerzos que van en la misma línea, pero a partir de la puesta en marcha de otras tecnologías, como pueden ser los anticuerpos monoclonales.
Por ahora, una promesa
En los voluntarios, se extrajo el ARN del tumor extirpado luego de la intervención quirúrgica y se amplificó. Luego, lo obtenido fue envuelto en nanopartículas biocompatibles, que le dieron la estructura óptima para ingresar al organismo. Una vez adentro, el sistema inmune logró reconocer el agente externo como una anomalía y ello hizo que las defensas reaccionaran oportunamente. Como el ensayo solo se realizó en cuatro pacientes adultos, el objetivo de cara al futuro es escalar la muestra para poder robustecer la evidencia científica y reducir al mínimo las dudas en relación a los efectos adversos.
Elias Sayour, oncólogo pediátrico a cargo del trabajo, explicó lo siguiente a Agencia Sinc: “En menos de 48 horas, pudimos ver cómo los tumores pasaban de lo que denominamos ‘frío’, es decir, pocas células inmunitarias y respuesta inmunitaria muy silenciada, a ‘caliente’, respuesta inmunitaria muy activa”. La felicidad ante una novedad de este calibre es inocultable. Siempre que se trata de comunicar soluciones para cáncer prevalecen dos emociones que se expresan en cadena. A la algarabía inicial (por un posible desarrollo que pueda evitar al menos una de las 10 millones de muertes que se registran al año), le sucede la cautela (que llega para frenar la inercia y recordar que los tiempos de la ciencia no se condicen con las ansiedades sociales). Detrás de cada promesa, hay personas.
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