En el segmento oficial, el tipo de cambio se desliza apenas 2% mensual y ya perdió buena parte de la competitividad que se ganó con la devaluación de diciembre. En los paralelos, los reveses políticos tampoco impulsan las cotizaciones por la mayor oferta en el contado con liquidación, que actúa como referencia para el blue.
El dólar no reacciona: ni la fuerte baja de tasas que impuso el Banco Central (BCRA) ni el rechazo al DNU de Javier Milei en el que sentaba las bases de varias reformas alcanzaron para despertar a las cotizaciones alternativas del billete estadounidense. Así, el peso está bajo un proceso de doble apreciación: tanto en el segmento oficial como en los alternativos.
Al cierre de la semana, el dólar blue cotizó 1025 y trepó 3% con respecto al viernes previo. Por su parte, el dólar MEP se negoció a $1027,63 y apenas subió 2,2% en la semana. El contado con liquidación, en tanto, finalizó el viernes en $1067,97, con un alza de 1,8% en las últimas cinco ruedas.
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El propio Javier Milei celebró este viernes la poca reacción de las cotizaciones. “Días atrás le metimos un martillazo a la tasa de interés. Eso en otro contexto hubiera provocado un salto brutal del dólar, pero eso no sucedió, seguimos comprando dólares”, remarcó, en una entrevista con La Red.
Según los analistas, la calma de los dólares financieros se explica fundamentalmente por el esquema que permite ingresar el 20% de las dividas provenientes de la liquidación de exportaciones mediante el contado con liquidación.
“La cotización del principal dólar financiero está más regida por los flujos que los fundamentos macro. En este sentido, el contado con liquidación está lejos de ser un reflejo de la interacción de oferta y demanda. Más bien, la demanda continúa muy restringida, mientras que la oferta tiene el aporte del 20% de la liquidación de los exportadores”, resumió Portfolio Personal Inversiones (PPI).
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Desde Outlier, consideraron que la apreciación del dólar financiero tiene que ver con que ese mercado está regulatoriamente desbalanceado, ya que la oferta extra de los exportadores no tiene contrapartida. “Hoy la demanda comercial está desincentivada en dicho segmento producto de las restricciones cruzadas que aún se mantienen y que determinan que en caso de operar en dicho segmento por 90 días no se puede acceder al segmento oficial”, explicó la consultora.
Una doble apreciación del peso
En el segmento oficial, por su parte, el tipo de cambio sigue deslizándose al ritmo de 2% mensual que el Gobierno anunció cuando asumió. Así, en la primera quincena de marzo el precio del dólar solamente subió 1%.
La velocidad que el BCRA le imprime al tipo de cambio oficial es materia de discusión entre los analistas y muchos señalan que tendrá que acelerarse más temprano que tarde. El Bank of America, por caso, vaticinó que el Gobierno tendrá que tomar esa decisión en abril. Lo que apuntan los especialistas es que el precio del dólar fue perdiendo de a poco la competitividad que ganó con la devaluación de diciembre.
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Los datos del BCRA lo confirman: según el índice de tipo de cambio real multilateral (ITCRM), el nivel actual está por debajo del que se había alcanzado en agosto, luego de la devaluación que Sergio Massa permitió tras las PASO. Al comparar contra el nivel posterior al salto cambiario del 13 de diciembre, en tanto, el índice retrocedió 54 puntos o 33% hasta hoy.
“Es cierto que el tipo de cambio oficial está corriendo detrás de la inflación y eso genera una apreciación real. Es la consecuencia lógica de querer licuar con tasa negativa y al mismo tiempo querer usar el tipo oficial como un ancla haciéndolo correr al 2% mensual. Es el costo que se decidió pagar”, explicó Gabriel Caamaño, socio de Outlier.
Un informe de la misma consultora sintetizó: “Tenemos dos procesos de apreciación real en curso corriendo en paralelo. El del tipo de cambio oficial y el de los paralelos. Los dos le pegan de lleno al tipo de cambio exportador. Por un lado, ambos están explicados por una mejora de las expectativas económicas de mediano-largo plazo (una promesa creíble de estabilización con ancla fiscal y reformas), pero por otro lado, también hay un componente significativo de asimetrías regulatorias e inconsistencias del esquema de transición, respectivamente”.
Y agregó: “La unificación cambiaria sería una solución tajante para las mencionadas asimetrías regulatorias y pondría fin al esquema de transición y sus objetivos encontrados. Sin embargo, para unificar es necesario tener en claro cuál es el esquema monetario-cambiario que se quiere implementar, y cuales son sus precondiciones”. En ese sentido, el trabajo explicó que el Gobierno tendrá que analizar qué combinación de políticas poner en marcha.