La crueldad, ese calificativo que refiere a una respuesta emocional de “indiferencia o goce” ante el sufrimiento de otros –según define la Real Academia Española–, parece haber posado sus ensombrecidos atributos sobre la Argentina actual. Lo puso en palabras esta semana el escritor Martín Kohan al acertar con el diagnóstico: “La crueldad está de moda” describió, en una entrevista radial. Sus palabras sintetizaban los momentos en que los gestos públicos del Presidente de la Nación diseminan crueldad. O sus variantes. Los sinónimos del adjetivo cruel van desde “violento, sangriento, desalmado, despiadado, insensible e inhumano”, a “brutal, bárbaro, feroz, atroz, sádico y salvaje”.
Al echar a rodar la idea, Kohan iluminó esas sombras. Y lo amplía, consultado por Página/12, al detallar que “esta crueldad tiene que ver con la implementación de políticas de Estado”. No es un acto individual. Su investidura lo legitima y lo expande. Por parte de Milei “hay una especia de captura del enojo social, que fomenta además una especia de goce retaliativo, de venganza, un placer en localizar a alguien, sobre el cual se descarga una bronca indefinida que no tenía una figura a quien dirigirla” explica la psicóloga, diplomada en Salud pública y Salud mental, Alicia Stolkiner.
El artilugio ganador de Milei basado en “la manipulación tecnomediática”, acierta el actor y también director de cine Luis Ziembrowski –su nueva película El Villano puede verse en el Malba–, atrajo a un «sujeto individualista y permeable a ‘comprar’ una realidad tergiversada y exitista. Algo que arrastramos desde los años 90”. Hoy la diseminación del discurso de odio, primo hermano de la crueldad, en redes sociales; sirve de andamiaje a este universo deshumanizado.
“Es la impunidad del anonimato lo que prima en las plataformas”, apunta la docente y analista de redes sociales digitales Macarena Deluca. “La violencia existió siempre, pero más allá de un contexto económico que parecería estar favoreciéndola en las redes, la característica del anonimato garantiza impunidad”.
Es insensible una persona que decide seguir hablando cuando alguien, un alumno por caso, se desmaya a su lado. Esto hizo el presidente Milei. Es violento hablar de “mear a todos” los gobernadores que no sigan su ajuste. Es inhumano dejar de enviar alimento a los comedores barriales y quitarles asistencia a los pacientes oncológicos. Es desalmado hablar de “30.000 muertes, de verdad” para referirse a un hipotético número de fallecimientos en pandemia. Pero Milei lo hizo.
Y avanza: este viernes 8M, Karina Milei, paradójicamente una mujer, anunció que cambiará el nombre del “Salón de las Mujeres” de Casa de Gobierno. Esta oportunidad del anuncio expresa “un regocijo” señala Kohan: “Busca hacer sufrir al otro porque eso lo regocija”.
“El día de la mujer”, agrega Stolkiner, interpela además “a un sector masculino patriarcal que en la revisión de los lugares de subalterización de la mujer, pierde poder y privilegios, eso produce enojo”. Y rima con el enojo sobre el que se funda el mandato soberano otorgado a Milei.
Se enlazan los actos individuales con las tendencias sociales en esta oscuridad de odio deshumanizante. En otro extremo “está la alegría –señala Kohan–, o el disfrute no oscuro sino diáfano, destinado a compartir y a ser contagiado en la alegría”. Eso se vivió este 8M cuando “salimos momentáneamente de la asfixia a la que nos están sometiendo –describe Ziembrowski– y volvimos a la calle”. Porque la política “perdió la calle” enfatiza, sobre ese espacio “colectivista, ritualista, de palabras, banderas y gestualidad”. Una pertenencia que hoy “se paralizó”.
Los modos de la guerra
“La crueldad es un lenguaje de guerra, y los hombres en la guerra nos deshumanizamos. Cuando este presidente saca los alimentos a los comedores no está pensando en que son humanos los que sufren. El ajuste más grave es a los jubilados» explica un jubilado sobre Javier Milei. «A él no le importa que millones de personas no puedan comprar remedios o alimentarse, somos los primeras víctimas del ajuste porque estamos en situación de indefensión. Pero a este presidente no le importa” razona. Absolutamente deshumanizado, Milei ha perdido la naturaleza humana “refugiado en sus fórmulas matemáticas» abstractas. «Y si tienen que morir millones, morirán millones, no le afecta. Solo piensa en su ecuación”.
Esto se implementa desde el poder y se transmite socialmente. Su discurso “captura algo, una especie de clima de redes sociales, por el cual puede agredir sin problemas a otro –analiza Stolkiner– y así descargar la bronca que tenemos todos, porque hace tiempo que esta sociedad vive un estrés económico”. Luego se suma el estrés de la pandemia “un acontecimiento catastrófico que precipito el desequilibrio de un sistema que ya estaba en desequilibrio: la economía mundial”.
Un caso similar se observó “durante la hiperinflación en el advenimiento del nazismo”. Perder la capacidad de prever el futuro “generó encono”. Acá Milei “capturó ese enojo y lo redirigió, como herramienta política”. Pero en Argentina esto empezó en los ‘90 con las transformaciones que necesitan “pensar a la sociedad como individuos aislados” repasa la especialista.
Militar la alegría y la amabilidad
“La ligereza con la que hoy se toma bien, ser cruel y ser mala persona”, define para Kohan, la oscuridad en la que todavía podemos movernos. “La suma de la dinámica política y económica podrán dar una opción para salir de esto». Mientras tanto, un camino lo marca la alegría «esa que expresa Lali con su soltura corporal, con su disfrute, eso que tanto enoja al presidente”. Porque fue eso “y no la financiación cultural desde el Estado, lo que lo desencajó” repasa el escritor.
A la alegría como bandera, Stolkiner le suma “militar la amabilidad desde los pequeños gestos. Entre tanta distopia recuperar la utopía como herramienta” para sostenernos como sociedad. “Ser amables, aunque parezca que prima la crueldad”, subraya.
Ziembrowski apuesta a “la irrupción de palabras jóvenes, de nuevas y guerreras formas que convenzan a los que se fueron decepcionados del campo popular y a los desencantados votantes de este proyecto, que aparecerán más temprano que tarde”. Sin perder de vista que «la calle pinta como única herramienta de oposición y reconquista. Los cuerpos en acción y no los dedos índices que señalan los ‘Me gusta’ nuestros de cada día”. Por eso convida «a la Plaza el 24», por Memoria, Verdad y Justicia.